ALEJANDRINA
Y LA ORACIÓN
Alabanza y agradecimiento
La
verdadera oración es un contacto de lo humano con lo divino, es esencialmente
amor. Un coloquio de amor, hecho también de silencios entre la criatura y su
Creador.
Alejandrina es todo amor en cada fibra de su ser, vive concretamente la unión
con el Dios-Amor, por eso es una “encarnación de amor” en cada oración, en cada
momento de su vida. En su escuela aprendamos a orar:
Al ver
las flores, admiro, alabo y adoro el poder de Dios.
A
todas los que alaban al Señor, les pido que lo alaben también por mí. (S
19-03-1948)
Miraba
al Cielo llena de nostalgia y decía:
“Oh,
¡cómo es bello Aquel que te creó!” (C 09-08-1941)
De la
contemplación de lo creado nace el asombro que hace vibrar lleno de
reconocimiento todo nuestro ser, porque este no se siente desligado, fuera de la
maravilla que contempla, se siente envuelto, aun siendo una nada en el Todo
Es un
amar con amor grato por cada cosa, puesto que todo nos fue dado a nosotros
cristianos, tanto en la Encarnación y después en la Eucaristía.
En
nuestro camino encontramos momentos alegres, por los cuales nos sale espontáneo
el agradecer de Alejandrina:
Yo
agradezco todos los beneficios que recibo, tanto los que conozco como los que no
conozco, todos los que recibí y los que he de recibir en el tiempo y en la
eternidad, que es el Cielo. Agradezco todos los beneficios que son concedidos a
las almas por mi intervención. Agradezco por aquellos que no agradecen a Nuestro
Señor, agradezco por la humanidad entera.
Pero
pido a Jesús (delicioso su amor a Jesús) que no acepte este
agradecimiento como mío, sino como si fuese cada uno el que agradeciera, para
que así Jesús no sienta la ingratitud de ninguna alma. (S
07-08-1953)
Es muy difícil
agradecer por los momentos dolorosos, esto es contrario a nuestra naturaleza
humana, pero el cristiano sabe que todos los momentos de nuestra vida son
queridos o permitidos por Dios, que es amor, y así consigue agradecer por los
momentos dolorosos, en esto Alejandrina es maestra:
Todos
los días, después de la Sagrada Comunión, rezo el “Magnificat”, para agradecer
los dolores y las alegrías de cada día, aun antes de que lleguen.
(S 25-01-1946)
Tuve
alegrías, que pronto murieron, y espinas, que siempre quedaron hiriéndome. Todo
recibí como mimos de Jesús, todo le ofrecí y agradecí en mi corazón.. (S
01-08-1947)
Gracias,
mi Jesús, gracias en el consuelo y en el dolor, en la vida y en la muerte. (S
03-04-1953)
Arrepentimiento y petición de perdón
Fui muy mala al
terminar esta tarde, Con certeza lo disgusté (a Jesús) Tengo gran
pena por eso. Es en las más pequeñas cosas en las que muestro como soy. (C
28-04-1949)
Querida Madrecita, has que llore lágrimas de arrepentimiento por mis pecados y
por tantos beneficios recibidos de Jesús y de Ti. (S
08-04-1949)
Al arrepentimiento
siempre debe seguir la conversión.
¿Recuerdas lo mucho
que te ofendí?
Ahora sólo quiero
amarte. (C 25-09-1941)
El arrepentimiento
y la voluntad de conversión desembocan en el pedido de perdón:
Madrecita, pide perdón
a Jesús por mí, dile que soy el hijo pródigo que vuelve a casa de su buen Padre,
dispuesta a seguirlo, a amarlo, a adorarlo, a obedecerlo y a imitarlo.
(A p. 17)
Oh, Jesús, mi Jesús,
perdón, perdón, perdón para mis pecados, perdón para los pecados de toda la
humanidad. S (13-11-1953)
El amor a Jesús es
su único fin, siempre presente en cada una de sus actitudes:
¡Cuantos me odian y me desprecian! ¡Cuantos me calumnian!
Al
interrogarme a mí misma diciendo: ¿qué mal les he hecho? Viene a mi pensamiento:
¿qué mal nos hizo Jesús? Solamente amar y morir por nosotros, y luego me siento
obligada a perdonarlos y repetir muchas veces: Perdónales, mi Jesús, permite que
se conviertan y que se abrasen en Tu divino amor. (S 13-05-1943).
Invocación
y súplica
La oración de
invocación, de súplica no se debe de entender como un pedido que quiero forzar a
Dios para hacer nuestra voluntad, para secundar nuestro deseo...
¡No! Debe ser la
expresión de una dependencia amorosa de la criatura para el Creador; debe surgir
de un corazón humilde y amante que se abre en toda su profundidad y se entrega
al Padre a quien expone sus necesidades con la confianza (en el momento
oportuno) será favorecido, si eso no está en oposición con el Bien Sumo, esto es
con la voluntad de Dios.
Las súplicas que
Alejandrina dirige al Cielo son un ejemplo bellísimo en este sentido: todas
representan la humildad, de quien se siente pequeñísima, una nada delante de
aquél a quién se dirige; la confianza, la fe, en la misericordia e Dios,
confianza que nace del amor recíproco; la insistencia “no pedir” que es
solicitada por el propio Jesús como vemos en el Evangelio: He aquí algunos
ejemplos:
¡Oh
Jesús, atiende mis plegarias, atiende, atiende, Jesús!
No
mires hacia esta pobre, más pobre y miserable, que te pide, pero mira hacia tus
divinas promesas y a tu exigencia en mandarnos pedirte. Pido Jesús, pido y
confío. (S 01-02 1952)
Confío que no
despreciarás mi nada y tendrás compasión de mí. Dame tu gracia, guíame siempre
por tus caminos. (S 29-10-48)
Jesús, te pido ayuda
para ser santa, como Tú lo quieres, y sólo si eso quieres. Te pido ayuda para
amarte tanto como Tu divino Corazón desea. (S 14-09-1945)
Estoy tan lejos de ser
perfecta, de tratar con todos la caridad de Jesús. Ayúdame, mi Amor, a
convertirme de veras para Ti, asemejarme completamente a Tu divino Corazón.
Tengo ansias de amarte
y amar a mi prójimo, tengo hambre de tu amor, hambre de perfección, ansias del
Cielo. Tengo miedo de mí misma, temo todo y por todo. (S 05-08-1949)
Dios
mío, Dios mío, que lucha, que sufrimiento, que combate entre mí misma y esto
tiene que ser. Mi naturaleza se revuelve y es la ansiedad de sólo querer la
voluntad de mi Señor. Yo llamo, yo llamo por Jesús y por la Madrecita, les pido
la dulzura, la mansedumbre, la paciencia de sus divinos Corazones. Pido al
divino Espíritu Santo que me ilumine y me asista. (S 22-06-1951)
Jesús, ten piedad,
compadécete de mí, enriquece mi nada, lléname de tu amor, no pido que operes en
mí maravillas que se vean, te pido la maravilla y la riqueza de tu amor. (C
14-05-1941)
Dame, Jesús, el fuego
de tu santísimo Corazón. Sé mi fuerza, dame tu paz. (S 15-03-1946)
Notemos que aun
cuando pide una ayuda material, económica, en el riesgo de perder su casita que
está hipotecada, no falta la nota espiritual:
Oh,
Jesús, no te pido honores, grandezas, ni riquezas, pero te pido que nos dejes
nuestra casita, para que mi madre y mi hermana tengan donde vivir hasta el fin
de sus vidas, para que mi hermana pueda sembrar las flores para adornar el altar
de tu iglesia. Jesús, todas las flores son para ti. Jesús, acude, que perecemos,
lleva esta noticia lejos, a quien nos pueda ayudar . (A. Pág. 24-25)
Invocaciones a María
Las invocaciones
que Alejandrina eleva a Nuestra Señora están presentes en casi todas las
oraciones de súplica, la siente como ayuda, como mediadora, como ayuda en amar:
Madre de Jesús, dame
tu amor para amar con él a tuyo y mío Señor. (S
15-12-1944)
Ayuda para
participar en la Santa Misa:
En el momento de la
Comunión le pedí que me hiciera comulgar como comulgaría Ella, si estuviera allí
para recibir a Jesús. (S 13-07-1951)
Ayuda con el
ejemplo:
Tu camino, Madre de Jesús,
me consuela para llevar la cruz,
para llevar la cruz en esta amargura,
entre tinieblas, entre tanta sequedad. (S 15-12-1944)
Cuando sufro por la
muerte que siento dentro de mí, digo: “La Madrecita es mi vida.”
Cuando no tengo ni luz
ni fuerza para sufrir, repito: “La Madrecita es luz, la Madrecita es fuerza”.
Cuando siento que toda
mi vida es un engaño y que me miento a mí misma, murmuro: “Yo no importo, la
Madrecita no se engaña, Ella es la verdad”.
En todo momento voy
repitiendo lo mismo, quiero lo que la Madrecita quiere, voy por donde Ella vaya.
(S 15-09-1950)
Como mediadora:
Mis pobres oraciones
no llegan al Cielo.
Quiero hacerlas ricas
y valiosas, pero no puedo.
Pido a la querida
Madrecita para que ella hable a Jesús y le ofrezca todo, le diga todo y pida por
mí. (C 07-11-1940)
Le voy a pedir mucho
que Ella nos alcance de Jesús un amor puro y santo, un amor sin límites que nos
haga llevar la cruz, las tribulaciones y las angustias que Jesús nos envíe. Para
llevarlas con alegría y amor, con confianza ciega, que en todo hagamos su
santísima voluntad. (C 06-12-1939)
Querida Madrecita,
fíjate, a ver si encuentras en mi nada algunas migajitas (de sufrimiento)
que sirvan para transformarlas en flores y ofrécelas por mí a mi Jesús. (C
01-06-1939)
Madrecita, Madrecita,
pide a tu Jesús luz para tu hijita, pide consuelo para mi alma. (C 23-06-1941)
Madrecita querida, ven
a la tierra y toma a esta tu hijita en tus santísimos brazos, quiero darte mi
corazón, sólo tú lo puedes llenar con tu amor y así poder amar a Jesús.
Incéndiame con rayos
de amor tan fuertes que con ellos yo pueda incendiar al mundo.
¡Jesús no es amado!
Con mi dolor y tu amor, he de hacer que Él sea amado. Estoy cierta que así
también yo he de amar.
Madrecita, cómo ha de
ser bello ver arder por Jesús a todos los corazones, en un solo rayo de amor. (C
15-01-1940)
Madrecita, querida
Madrecita, enséñame a amar a Jesús. Yo lo amo con tu amor y te amo con el suyo.
(S 07-05-1949)
Intercesión
El cristiano
participa en las tribulaciones de sus hermanos, sufre los peligros en que se
encuentran e invoca por ellos:
Te pido por todas las
aflicciones, por los que me lo han pedido.
Te pido por todos los
que se encomiendan a mí y por los que quieren recomendarse.
Por el mundo entero,
fieles e infieles, como por nuestros gobernantes.
Y también te pido, mi
Jesús, por las almas del Purgatorio. (S 14-04-50)
También en los
momentos más fuertes de su vida mística (cuando acaba de recibir la Eucaristía
de manos de su Ángel de la Guarda) no se queda nada más dentro de sí misma:
Mi
sumo Bien, yo me siento más caliente, más ardiente, más fuerte y con más luz.
Benditos sean Tu amor y Tu misericordia para conmigo.
Te estrecho en mi
corazón y te pido, mi buen Jesús, que dentro de Ti estreches a los que amo, a
todos los que me rodean y me pertenecen, todos son tus hijos. Estrecha, Jesús, a
la humanidad entera, perdónalos, perdónalos siempre. (S 11-04-1952)
La preocupación
principal de Alejandrina está en los peligros de carácter espiritual. Su misión
está en salvar almas y en inflamar los corazones en el amor a la Eucaristía.
También invoca por su familia:
Te pido por los que me
son más queridos y por toda mi familia, ya sean por los que andan en el camino
equivocado, conviértelos y los que están en gracia, vuélvelos fervorosos y
enciéndelos en Tu amor. (S 14-04-1950)
Alejandrina reza y
ofrece sus sufrimientos por un mendigo que toca su puerta.
Se entera que él muere ahogado en el río. Angustiada le pregunta
a Jesús:
— ¿Jesús mío, se salvó
el alma de ese hombre que cayó al río?
— Sí, hija mía, fue a
las once y media de la noche que compareció en mi divina presencia.
¡Cómo fue bello y encantador, cuando él me vio
delante, aun antes de que le pidiera cuentas!
Me dice:
— Perdóname, mi Jesús,
sólo Tú eres mi Señor.
Le perdoné y fue
salvado.
Había pedido
también por otra persona. Entonces pregunta:
— ¿Y también el otro,
mi Jesús?
— Sí, hija mía, y
muchos más, han sido salvados por ti, por tus sufrimientos.
Ora mucho por ellos, Yo estoy lleno de compasión. . (S
26-04-1946)
También reza por la
curación de los enfermos, y a la oración le agrega muchos sacrificios, como es
el aumento de sus sufrimientos. Naturalmente no siempre es oída y algunos
mueren. Veamos dos ejemplos de curación. Por una grave dolencia la esposa de su
médico y amigo Azevedo, Alejandrina se empeña totalmente:
Pedí que encendieran
las lámparas y las velas y se arrodillaran junto a mí. Ofrecí a Nuestro Señor mi
cuerpo y mi alma como víctima de la enferma, puse a todo el Cielo en movimiento.
Y pide:
Déjala, déjala, mi
Jesús, para que acabe de criar a sus hijitos, prueba ahora el amor que me
tienes.(S 224-12-1948)
La señora Azevedo
se alivió y murió hasta el 21 de febrero de 1986.
A fines de 1949
enferma gravemente la mamá de Alejandrina, podemos imaginar la angustia y el
miedo que ella tenía de que se muriera. Además Alejandrina tiene el escrúpulo de
no vivir “bien” este trágico momento:
¿Pero
yo no sufro con perfección, no es verdad, mi Jesús? ¿Tú estás triste porque yo
lloro?
Jesús
le responde:
No, hija
mía, no. También yo lloré y mi bendita Madre lloró. Conozco todo.
Después agrega:
— Dime una cosa.
Si Yo te pido a tu mamá, ¿me la das de buena voluntad?
— Doy,
doy, mi Jesús, pero no la doy sin lágrimas, no puedo, eso no prometo. Jesús, si
no es contra la salvación de su alma, déjala un tiempo más junto a mí. Dame más
sufrimientos, sobrecárgame a mí pero alíviala.
Y si
no es en bien de su alma, quiero perder todo, pero que su almita se salve. Pero,
mi Jesús, lo que yo te pido, es que la lleves directita para el Cielo, no
dispenso que no lo hagas.
— Pide, pide hija mía, nada te será negado, a no ser que sea para perjuicio de
las almas.
— Te
prometo, que cuando llame hasta mí a tu madre, la llevaré directo al Cielo, para
mi gloria. (S 02-12-1949)
Que
no parezca osada esa pretensión, aprendamos a pedirle a Jesús, puesto que es
nuestro Padre, que nos ama mucho. Recordemos que Santa Catalina de Siena, por la
muerte de su padre, le hace el mismo pedido a Jesús, y después de un poco de
insistencia, obtiene esa gracia. Véase: Raimundo da
Capua, Santa Caterina de Siena. Ed. Cantagalli, Siena, 1952, pp. 279-280
Perseverancia en la oración
Aún sin fuerzas y
en las dudas de la fe, Alejandrina se mantiene siempre unida a Dios, no teniendo
fuerzas para una oración vocal, cuando no puede orar por la intensidad de sus
sufrimientos de todo género, todos esos sufrimientos son una oración.
Estos días sufrió
mucho mi pobre cuerpo, sólo Jesús lo sabe, las agonías y las torturas de mi
alma, sólo Él las puede comprender.
Este martirio del alma
y del cuerpo me impide orar, meditar en su santa Pasión. Miraba hacia el
crucifijo y le decía:
¡Todo lo que sufrió
Jesús por mi amor!, sufrió tanto qué murió por mí. No puedo tener valor para
negarle ningún sufrimiento tanto del alma como del cuerpo.
Mi Jesús, con tu
gracia no te negaré nada, soy tu víctima día y noche. (S 04-04-1947)
No pude rezar casi
nada por causa de mis sufrimientos, por tan doloroso martirio. Quedé casi
completamente olvidada de las cosas del Cielo, así que le dije a Jesús y a la
Madrecita que esto no quiere decir disminución de mi amor, sino que es debido a
mi mucho sufrimiento. (S 19-02-1954)
Mi oración vocal es
casi nada, pero mi espíritu, en medio de las llamas del sufrimiento, no se
separó de Jesús, no cesó de ofrecerle la nada de mi nada. (S 24-02-1950)
Pasé una anoche sin
dormir, sufría mucho, no podía orar. Sólo de tanto en tanto podía decir una
jaculatoria, pero estaba siempre unida a Jesús, era siempre su víctima. Mi
corazón estaba siempre en ansias de dolor y de amor. (S 07-11-1953)
Muchas veces su
alma parecía resplandecer en su mirada:
¡Ah, cuanto sufre este
pobre cuerpo y no es ni siquiera un harapo!
No sé y no puedo
hablar a mi buen Jesús ni a mi querida Madrecita, los volteo a ver, para que mi
mirada les diga todo y les pida todo.
¿Ah, pobre de mí! Que
penoso vivir para el cuerpo y para el alma: (S 06-04-1951)
Atormentada por las
dudas sobre las verdades de la Fe, con una voluntad firmísima, siempre reanimada
por el fuego de su amor a Jesús, se obstina en repetir su “Creo”, aun sin
convicción.
Tengo horribles
tentaciones contra la fe, todo me parece mentira. “Creo en Dios Padre,
omnipotente, Jesús, yo creo en Ti, Jesús, yo confío en Ti” estoy en un mar
furioso, las olas negras en que combato llegan hasta el cielo. (S 09-08-1946)
— Oh, Jesús, yo no te
veo, no te siento pero quiero confiar en que eres Tú.
— Coloquio de Fe,
coloquio de dolor y de amor, hija mía, es lo que Jesús te había anunciado. Sí,
sin amor, sin tu locura de amor no podrías sufrir así y vivir de fe sin
sentirla. Confía, confía.. (S 16-04-1954;
recordemos que Alejandrina es alma-víctima)
Mi
vida es dolor y tinieblas, sin interrupción ni un solo momento. Toda la otra
vida (la espiritual) se apagó, murió, hasta el mismo nombre de
Jesús y de la Madrecita. El cielo, la patria bendita, todo se apagó, todo
desapareció. Parece que estos dulces nombres no existieran. Jesús, Madrecita, el
Cielo con la Trinidad divina a quien tanto amo, murieron para mí.
Siento esto, pero no
dejo de invocar de alma y de corazón: Jesús, Madrecita, válganme, soy vuestra,
Cielo, Cielo, vengan en mi auxilio. Así clamo en lo más alto de mi dolor. Nada
siento ni oigo que me de confort y alegría, me curvo para recibir la cruz y
repito siempre: “Jesús, soy tu víctima”. (S 16-08-1946)
Es tal mi aflicción
que me parece que todo mi ser se estremece.
Entonces clamo por
Jesús, por aquel Jesús que siento haber perdido junto con la Madrecita, por
aquel Jesús por el que siento que no creo.
¡Pues, cuantas veces,
Dios mío, me parece haber perdido la fe, y no creo en las verdades de la Santa
Iglesia, ni en la vida eterna!
Aun con el sentimiento
de no creer, invoco al Cielo y a su poder. Voy repitiendo mi “creo en la vida
eterna”. (S 14-01-1955)
Continúo pasando las
noches en vela, algunas noches duermo unos minutos, si es que a aquello se le
puede llamar “dormir”. Oro, oro, hablo mucho con el Cielo, sin recibir consuelo,
todo mi orar no llega a aparecer.
Toda mi vida se apagó,
como si en mí no hubiera nada. El Cielo son tinieblas, la Tierra son tinieblas y
hay tinieblas dentro de mí.
Es un combate, es una
lucha el vivir sin alma, el vivir sin fe.
Dios mío, no tengo ni
luz ni guía que me ilumine.
Mi abandono me hace
recordar que Tú estabas en el abandono.
El combate es reñido,
mis sentimientos intentan negar las cosas, como Dios, la existencia del alma y
la eternidad.
Me esfuerzo en orar,
como si todo existiera, mi ansiedad en darme a Jesús y a las almas es infinita.
(S 25-03-1955)
Pero lo que el alma
siente no es compartido por el corazón: se obstina en agarrarse a la fe, aun
cuando le pareciera que es en vano su martirio, lleva su lucha contra la
naturaleza recalcitrante.
Creo, Dios mío, creo
en este mi “creo”, aunque me parezca mentiroso. Hoy lo repetí tantas veces,
todas las veces llamé por Jesús y por la Madrecita:
Mira para mi corazón y
no para mi sentimiento. El corazón no miente, todo es tuyo, para tu amor y para
las almas: ¡Creo, creo, váleme, váleme, Jesús! (S 15-04-1955)
Quiero orar, unirme al
Señor y no puedo: mantengo esta unión lo mejor posible. Le ofrezco todas las
espinas que, vienen de un lado y del otro, me hieren y me hacen sangrar.
Pero mi Señor, ¿cómo
ofrecer tanta cosa en la inutilidad? En las tinieblas, en la muerte y sobre
todo, sin la fe?
¡Dios mío, qué horror!
(S 01-07-1955) (tres meses antes de su muerte)
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