Alexandrina de Balasar

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ALEJANDRINA Y LA VIDA DIVINA

 

Conformidad con la voluntad de Dios

 

Es un componente esencial de la espiritualidad de Alejandrina: la conformidad a la voluntad divina. Alejandrina es toda ella un ímpetu de amor a Dios y a la oblación de la propia voluntad.

Mi felicidad y mi contento están en el sufrimiento y en el cumplimiento de la voluntad del Señor.

Alejandrina explica- en la carta de 18-06-1946 a su director espiritual:

Pero tengo una sonrisa muy diferente de la de mis labios, y siento continuamente: es una sonrisa de adentro, sonrisa interior, sonrisa dulce, sonrisa tierna, sonrisa que besa y abraza la voluntad del Señor, sonrisa que me liga a la cruz junto con todo el dolor, para nunca más dejarla, es Jesús que me la ofrece.

Esta sonrisa es real, no es engañadora, es la sonrisa a la cruz y a la voluntad de aquel que me la envió.

Entre tantas espinas, tantos sufrimientos, con tan pesada cruz, siento la alegría del alma que sonríe a todo cuanto viene de las manos del Señor.

Yo puedo gemir, pueden llorar los ojos del cuerpo, pero los ojos del alma están contentos, dispuestos a recibir todo el martirio que el Cielo me manda. (C 02-06-1948)

En nada encuentro alegría, sino en el esfuerzo continuo de querer hacer con perfección la voluntad del Señor.

Quiero sonreír a todo, pero mi naturaleza es tan frágil, se entristece, se debilita y muere.(C 22-09-1951)

Heme aquí, en la renuncia de mí misma, sujeta a la obediencia, contrariando mi voluntad, obedeciendo ciegamente, no teniendo voluntad, queriendo sólo lo que Jesús quiere.

Yo no querría decir nada, sofocando completamente todo cuanto acontece en mí, si así lo hiciera, entraría a mi voluntad, no renunciaría a mí misma, no obedecería. ¡Jesús quedaría triste: yo no lo puedo consentir!

Obedezco ciegamente, obedezco por amor. (S 23-02-1951)

No puedo hablar, envía al Cielo mi sacrificio de ciega obediencia. (S 21-01-1955, año de su muerte)

Este amor a Jesús muchas veces lo expreso con una sonrisa de mi alma.

Agradecemos a la Beata Alejandrina por su heroica conformidad con la voluntad de Dios, de otro modo, quedaríamos privados de miles de páginas densas de riquísimos tesoros, tan saludables para nosotros.

 

Alejandrina y el premio

 

El verdadero cristiano no sigue por el camino recto movido por el temor del castigo o por el deseo de un premio, sino por el amor de Jesús, que ama al punto de tornarse más semejante a Él. Alejandrina afirma:

Yo no sufro con la vista en el premio, sufro porque mi corazón tiene sed de Jesús y sólo  en Él puede quedar saciado.( C 23-03-1940)

Yo no procuro mi honra, mi gloria, sino la tuya, Jesús. (Estamos en 1947 y su caso ya había adquirido notoriedad) Yo no sufro con los ojos puestos en el premio para mí, pero con el fin de salvarte almas. (S 10-01-1947)

Oh mi Jesús, mi Jesús, yo no quiero mi alma pura con el fin de no ir a sufrir en el purgatorio, la quiero pura para consolarte, la quiero pura porque no te quiero herir, la quiero pura para salvarte almas con esa pureza. Es por esto qué yo sufro, es por esto qué todo acepto, mi Jesús. (S 21-02-47)

Yo quiero amarte hasta la locura, yo quiero amar a mi Jesús sin el fin de la recompensa en el Cielo.

No me interesa el premio que Jesús me da, quiero amarlo, sólo a Él por encima de todo, porque es digno de amor.

El fin de mi vivir, el fin de mi dolor es Jesús con las almas, pero es siempre Jesús, porque las almas le pertenecen.. (S 28-02-47)

 

Humildad

Una nota fundamental y muy insistente en la sinfonía espiritual de Alejandrina es la humildad.

Nació pobre, en un lugar pobre e ignorado, su instrucción casi nula (un año de primaria) contribuyó a su actitud humilde. Pero su virtud está en mantenerse siempre humilde cuando su fama había crecido tanto, por el contrario la notoriedad la hacía sufrir.

En su vida mística, extraordinaria, tan rica de virtudes, no atribuye nada de esto a sí misma, todo a Jesús y siempre se defiende cuando Jesús la alaba.

¿Jesús, hay en mi alguna cosa buena, de alabanza? No la siento, no la conozco, pero, si la hay, te pertenece a ti no a mí. (S 22-01-1945)

Oh Jesús, cuenta siempre conmigo como víctima.

No cuentes con mi amor, cuenta con el tuyo, porque es con ese que yo te amo, no cuentes con  mi generosidad y con mi fuerza, sino con las tuyas, es tu generosidad, es tu fuerza las que me llevan a aceptar con alegría todo el sufrimiento. (S 05-04-1947)

Viví sólo gracias a Ti y por Ti, sólo en Ti confié.

Nunca, nunca confié en mí, por tu gracia, nada me atribuí, nunca, nunca.

Oh mi nada, mi miseria inmensa, mi inutilidad es lo que está siempre presente. (S 03-07-1953)

Y volteando hacia Nuestra Señora, dice:

Tú sabes, querida Madrecita, cuan pequeña me siento en tu santísima presencia. Cuantas veces te dije que no soy digna de besar no sólo tus santísimos pies, sino ni siquiera el piso donde tus pies no se posaron, pero hicieron sombra.

Naturalmente su humildad se dirige siempre al prójimo. Siempre firma “la pobre Alejandrina”

Tú sabes, querida Madrecita, que pequeña me siento en tu santísima presencia.

Muchas veces te dije que no soy digna de besar no sólo tus santísimos pies, pero ni siquiera el suelo en donde tus pies no se posaron, pero si hicieron sombra. (S 02-08-1947)

He aquí las siguientes frases:

Yo no deseo ser más que otras almas, quiero para todas lo que quiero para mí, el amor más puro, más ardiente, más santo.. (C 26-07-39)

Si el dolor de algunas almas que me hieren con espinas me aflige, me esfuerzo por no pensar en sus faltas y digo:

Jesús, modélalas Tú, que se parezcan sus corazones al tuyo.

Modela y que se parezca primero  que todo el mío, porque es lo que más necesito.

Jesús, Madrecita celeste, soy la hija más indigna y más pequeña que tienen en la tierra.. (C 26-07-39)

Tengamos presente que este sentirse pequeña no le impide aspirar a ser útil para el bien, tornarse santa desarrollando su misión de la salvación de las almas.

Dios mío, yo quiero ser pequeña a los ojos del mundo, pero grande ante tus divinos ojos. (C 04-11-35).

Confía en Jesús:

Él puede de la nada hacer todo. Y en la hija más indigna y pobre puede acumular las mayores gracias y llenarla de las mayores riquezas. C (06-09-41)

Jesús, seas Tú bendito, yo soy pequeña, yo soy una nada. Manipula esta nada a favor de la humanidad.

Acoge estos pedidos de la más indigna de tus hijas. S (24-09-54)

Algunas respuestas de Jesús:

Me gustan las almas sencillas, pequeñitas y por esta razón a las más miserables las elevo a la mayor grandeza.

La humildad, la humildad, amada hija, ¡cuánto me consuela! Es por esto qué te amo...

¡Triunfa, triunfa en tu pequeñez!

Toda el alma humilde y ansiosa por vivir desconocida es grande con su Señor, se eleva con su Señor.

El humillado por amor a Jesús es exaltado en el amor de Jesús.

Terminemos com un fragmento de diálogo entre Jesús y Alejandrina:

— Oh mi querido Jesús, yo quería darte amor, darte reparación y retirar del mundo toda la maldad. Son tuyos mis deseos, de mí nada tengo, pero con lo que es, puedes hacer muchas cosas.

¡Dame luz, dame Tu gracia!

— Ten confianza, hija mía, Yo de nada, hice todo.

En las cosas pequeñas yo hago las mayores maravillas, el alma humilde es todo para mi divino Corazón.

De tu nada te elevo a la mayor grandeza, en tu ceguera posees toda la luz.

 

Confianza, entrega

 

Dios es amor, y Dios es padre para nosotros, es un padre que ama.

No sólo eso, también es omnipotente, luego, todo puede y todo hace para nuestro bien.

El verdadero cristiano, como hijo, debe hacer todo para retribuirle tal amor.

Entonces debería conseguir, en todas las  situaciones, entregarse al amor del Padre y estar “tranquilo y sereno como un niño en los brazos de su madre” (Salmo 130).

Cierto, es más difícil en algunos casos llegar a alcanzar ese estado de ánimo, ocurre intensificar nuestro amor y nuestra oración pidiendo ayuda. ¡Y la ayuda no faltará!

Los tiempos de Dios no son nuestros tiempos, y ciertas largas demoras son queridas por el Sumo Bien para nuestra santificación y para otros bienes que no conocemos.

También en esto Alejandrina es nuestra gran maestra.

Confío sólo en mi Jesús, al verme así tan frágil y pequeña, me ayuda confiar en Él.

Jesús, quiero ser siempre pequeña para andar siempre a tu lado, para quedar siempre entre tus brazos divinos, así no temo ninguna caída.

Contigo puedo llevar mi cruz. (C 07-09-1939)

Tú me diste la gracia de que conociera el abismo de mi miseria, pero al mismo tiempo veo que mayor, infinitamente mayor es el abismo de tu amor, de tu misericordia y de tu compasión.

Confío ciegamente en Ti y espero en Ti. (S 27-03-42)

 Me entregué confiada, Jesús y la Madrecita celeste cuidan de mí, aún cuando yo no lo sienta.

Creo, creo, Dios mío, yo creo. (S 06-10-50)

En esta afirmación obstinada, repetida, se siente la lucha contra las dudas.

Es una lucha que debemos enfrentar con la ayuda de la oración.

Pero yo confío, mi Jesús, confío, aún contra todo, contra la muerte de mis esperanzas.

Espero en ti, Señor, y no seré confundida.

Yo estoy firme en Jesús, me abrazo al Crucifijo y procuro vivir la vida de todos los momentos sin pensar lo que acontecerá, porque no hay en mí alguna preocupación:

Sufrir, querer confiar y amar, hacer en todo la voluntad del Señor.

Entregué a Jesús y a la Madrecita mi vida incomprensible: Ellos, en su sabiduría divina que todo comprenden, espero que la acepten.

A mí me compete sólo sufrir y seguirlos aún a ciegas.

Sea en todo hecha la voluntad del Señor.

Esta es  la actitud propia del alma-víctima. No todos somos llamados a una cumbre tan alta; pero todos nosotros, cristianos, debemos mirar siempre en esa dirección.

¡Es una lucha continua contra las dudas!

Alejandrina, en 1953, aún debe pedir ayuda, pero después reafirma su confianza:

¡Váleme, Señor, váleme!

Has que mi confianza llegue hasta ti.

Que vea yo todo contra mí, sea total mi abandono, vea yo deshacerse la tierra y aun el mismo firmamento, pero que yo no deje de confiar en ti.

¿Seré capaz de soportar este vivir?

Puedo todo en aquel que me conforta, poseo todo con Jesús y con la Madrecita celeste.

Recordemos la afirmación de S. Pablo:

 “Todo poseo en aquél que me da fuerza.” (Fil 4,13)

 

Cohabitación

 

Con el bautismo el cristiano recibe el germen de la vida divina, pero para que se desarrolle y se convierta en obra, necesita su colaboración activa.

Jesús dice:

“Si alguien me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará, iremos a Él y habitaremos en Él” (Jo, 14,23)

Este habitar de la Santísima Trinidad en el corazón del cristiano, convertido en “hijo de Dios”se llama “cohabitar”

Todavía, en el vivir cotidiano, la conciencia de esta estupenda verdad queda sofocada en la mayor parte de los cristianos. Alejandrina está entre las almas elegidas, tan elevadas espiritualmente, que viven esta intimidad divina. Jesús le dice:

Tu corazón es trono de amor, de pureza, de delicias para toda la Trinidad divina, habita en ti para enriquecerte siempre con toda la gracia y todas las riquezas divinas.

Ve con la fuerza de tu Jesús a decir todo, para que nada quede oculto. (S 24-05-1946)

Pocos meses después, Alejandrina dicta:

Procuro vivir siempre, lo más posible, en lo íntimo de mi alma, Y ¿cómo vivo? De rodillas (espiritualmente) con las manos juntas, con la cabeza inclinada, adorando y amando a la Santísima Trinidad.

Yo adoro, amo sólo con mis deseos, con mi miseria y no puedo hacer nada más.

¡Oh, si pudiera obtener que todas las almas vivieran la vida íntima con este Tesoro divino y lo adorasen y amasen! (S 05-10-1946)

Continúa la conciencia de la convivencia también durante su ocupación cotidiana:

Quiero vivir dentro de este cuerpo que no existe (ya está físicamente destruida, después de cinco años de ayuno total, con todos los otros sufrimientos físicos y morales) quiero vivir allá tan dentro de mi vida interior, quiero vivir la vida íntima con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, quisiera no salir nunca, pero cuidar del exterior sin dejar de vivir la vida interior. Jesús mío, no dejes que el mundo me separe de Ti. (S 17-01-1947)

Dos años después Jesús le dice:

Habla en ti el Padre, con su poder y sabiduría, el Hijo, con su redención y amor, el Espíritu Santo, con su luz. Todo es a favor de las almas, de ti todo pasa y se infunde en ellas. (S 05-11-1948)

Y además:

Escúchame: tienes en tu corazón el Cielo, la Trinidad Divina, que no vino pero siempre habita en ti, Ella toda es delicia cuando la nombras. ¡Qué gloria, qué gloria le es dada por ti, cuántas almas viven la vida interior, la vida de la Santísima Trinidad por tu intervención! (S 22-07-1955).

Por su intervención, en su escuela, también nosotros nos empeñamos en no descuidar el Tesoro divino que tenemos en nosotros, y así, poco a poco, conseguimos realizar el deseo que Jesús le explica a Alejandrina, y que debemos sentirlo dirigido a nosotros:

Quiero que todo lo mío se transparente en ti,
quiero que tu mirada tenga la pureza de mi mirada,
quiero que tus labios tengan la sonrisa, la dulzura de mis labios,
quiero que tu corazón tenga la ternura, la caridad y el amor de mi corazón;
en suma, quiero que me imites en todo. (S 13-06-1947)

   

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