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INDEX “Como una barrera a las puertas del infierno” - La mirada de Jesús - “No vives tú, vivo Yo” - “No puedo sufrir más” - “No pequen”
CAPÍTULO XIV“Como una barrera a las puertas del infierno”La mirada de Jesús
En el otoño de 1944, después de conversar
por momentos con Alejandrina, un sacerdote, se levantó para
“No fue una impresión ilusoria –insistía después el sacerdote. Fue auténtica visión que duró más de un minuto”. Quedó fulminado, sintió un nudo en la garganta y un inmenso dolor en el corazón. Poco tiempo después, volvió a ver a Alejandrina sonriéndole, pero el sacerdote partió de allí confuso y agitado, ya que se estuvo solo, lloró sus pecados. Aquella mirada de Jesús, le parecía que le había lacerado el alma. “No vives tú, vivo Yo”“Hace días – escribe Alejandrina- que siento en mis ojos una mirada que no es mía, es una mirada tierna, tiene los encantos del cielo, tiene lazos espirituales, penetra todo, da luz, es como un espejo que refleja todo, nada se le escapa”. Alejandrina sufre una transformación total, en su Diario, habla de esto confusa y admirada y en cierto punto escribe: “La sonrisa de mis labios ya no es mi sonrisa”. Jesús le explica: “En tu cuerpo está Cristo, Cristo es tu mirada, tus sonrisas” y aumenta con ternura: “Tú eres la concha y Yo soy el agua que corre, que lava y purifica”. Mientras Jesús decía esto –cuenta Alejandrina- me parecía que quitaran todas las venas de su cuerpo y me las pusieran a mí, todo mi ser se tornaba diferente, sentía fluir en mí una sangre que no me pertenecía, pulsar una vida que no era la mía”. Jesús le confía: “Cuando tus labios se mueven para hablar, soy Yo quien los mueve y quien habla por ti. Estás llena de mí, y es por eso que tu mirada atrae, tiene dulzura, encanto, amor, tiene las finezas del cielo, no eres tú quien vive, soy Yo, las maravillas que realizo en ti son medios de salvación y de llamada para las almas”. “No puedo sufrir más”De esta manera, Jesús cumplía un deseo secreto de Alejandrina, que hacía mucho le pidiera: “Jesús, ponme como barrera en el umbral del infierno”. El infierno de las almas comenzó a golpear y a echar espuma contra ella, como las olas del mar contra las rocas. Duramente golpeada por el sufrimiento, escribía en un cierto punto de su Diario: “Ya no puedo sufrir más”. “Que el Cielo esté conmigo — decía en 1945 — me siento condenada al infierno, mi alma sufre suplicios horribles. Veo a los demonios que me atormentan, me parece sentir en todo el cuerpo el flagelo del fuego que me consume. Oigo el bramido de los demonios, los aullidos de los condenados, la desesperación infernal, quedo sobresaltada, aterrorizada a lo largo del camino, no sé que hacer, Dios mío, que cosa tan terrible estar condenada al infierno, pero espero en tu bondad que suceda esto. En aquel exilio eterno, siento sobre mí el peso de la justicia divina, ansiar a Dios y no poder alcanzarlo, es millones de veces el más lacerante de todos los tormentos, mi alma teme y tiembla horrorizada, dolores indecibles me torturan”. “No pequen”Más tarde, escribiría en su “carta abierta” a los pecadores: “Pasé toda mi vida sufriendo y pasaré todo mi cielo amando a Jesús y pidiendo por los pecadores. ¡Conviértanse, amen a Jesús! ¡Amen a nuestra Madre del Cielo! Vengan, vamos todos para el cielo. Si conocieran el amor de Jesús, morirían de dolor por haberlo ofendido. ¡No pequen, no pequen! Jesús nos creó, Jesús es el Padre”. La escribió en julio de 1947 y la firmaba humildemente: “La pobre Alejandrina” |