SITE DOS AMIGOS DA ALEXANDRINA - SITE DES AMIS D'ALEXANDRINA - ALEXNDRINA'S FRIENDS WEBSITE

     
 

CAPÍTULO XIII

Poseía el Cielo

“Fuego de Jesús”

Algún tiempo antes de morir, Jesús le dice a Alejandrina: “Tú ya no tienes  vida que te pertenezca, la vida que vives es mía”. Y antes le había dicho: “Vive, hija mía, vive mi vida divina. Tú estás en la tierra, pero ya no perteneces a la tierra”. Alejandrina se consumía en la espera y suspiraba que “sólo quería vivir en el Infinito”.

¿Quieres ver como te abraso? – le decía Jesús, e irrumpiendo en ella, exclamaba: “fuego de Jesús es rocío que fecunda, maná divino, Jesús quiere descansar en las almas puras, Jesús quiere reposar en las almas vírgenes”.

“Me sacio en la Gloria del Padre”

Jesús llamaba a Alejandrina “palacio, tabernáculo, paraíso de la Trinidad divina”. El 22 de julio de 1955, en el período de las tinieblas más densas y de las tentaciones más desoladoras, Jesús le revela: “Desde tu bautizo puse en ti este “cielo divino” (la Santísima Trinidad), aunque no lo sentías”.

Alejandrina le confiaba a su Director: “Me sacio completamente en el Gloria Patri, no puedo concentrarme demasiado en esta oración, porque vendría a desfallecer, mi corazón no lo soportaría”.

Depuse, en lenguaje poético, rico en imágenes, describe el misterioso trabajo del Espíritu Santo en el cantero de su alma: “Siento al Espíritu Santo en su trono, en el trono de mi corazón, entre el Padre y el Hijo, bate sus alas blancas por encima de ellos, como para recordar y decir que todos los Tres están presentes. Ilumíname con su amor, dame llamaradas y chispas divinas. Si todas las almas conocieran y sintieran en sí mismas la presencia del Padre y del Hijo y de Espíritu Santo”.

Cuando el demonio la atormentaba, Alejandrina se concentraba lo más íntimamente posible y mentalmente besaba al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, “el más rico tesoro que poseo” –decía.

He aquí otra viva pincelada: “El Espíritu Santo bate sus alas en el interior de mi alma. Trata conmigo como tratan las aves a sus hijitos, alimenta mi corazón, fortalece todo mi ser, siento entonces una vida nueva, puedo amar mejor a mi Jesús”.

“El nido de mi corazón”

En su Diario, dictó esta descripción deslumbrante: “En la fiesta de Pentecostés, fiesta del Espíritu Santo, al rededor mío vi temblar una Palomita blanca, después en un batir de alas, se posó en mi cabeza, oí entonces ruidos como revolotear de palomas, digo Palomita blanca, no porque lo haya visto con los ojos del cuerpo, lo digo porque lo vieron varias veces los sentidos de mi alma.

En el día de Pentecostés, la Paloma se posó sobre mí, voló y me hizo pensar en las golondrinas que, veloces y laboriosas, construyen sus nidos. Construía, embelesaba, perfeccionaba. Yo no sentía vida ninguna, me sentía muerta, de vez en cuando, aquella Palomita llevaba su pico a mis labios y sentía como llegaba hasta mi corazón, como para darme alimento; siempre que así lo hacía, yo sentía dentro de mí una vida nueva. Hay días en que ella está aquí en mi nido, no vuela, no lo abandona, está aquí como en reposo, con la cabeza debajo de las alas. De vez en cuando, da señales de vida, meciendo o abriendo las alas y dejando a la vista el nido de mi corazón, hace esto con extrema dulzura, parecería estar prisionera, enlazada en mi nido”.

“Escondido en ti”

Más de una vez, Alejandrina sintió que Jesús le sacaba el corazón y lo mezclaba con el suyo, “Jesús hacía de mi corazón y del suyo, una sola cosa, una única masa, ya no era mi corazón, y tampoco era el suyo, eran los dos un solo corazón”.

Jesús se le apareció en marzo de 1945 y le dice: “Hija mía, quiero dilatarte el corazón, quiero volverlo grande, grande como la humanidad, grande cual es mi amor”.

En una carta al Director, Alejandrina le escribe: “Muchas veces sentí a Jesús dentro de mí, trabajando y retocando mi cuerpo con extrema delicadeza. Algunas veces procedía como un pintor, pero, ¡con qué arte y perfección! Hacía su autorretrato, y yo era toda de Él, Jesús servía de molde, con mi cuerpo, modelaba el otro, parecido totalmente al suyo”.

Y Jesús le explicaba: “Mira, aun escondido, habito en ti, el cielo desciende sobre ti”.

“¡Cómo es bello! –exclamaba entonces Alejandrina, en la euforia de la alegría- Vale la pena, Jesús mío, sufrir todo en este mundo con tal de ganar el cielo”.

    

Para qualquer sugestão ou pedido de informações, pressione aqui :