Alexandrina de Balasar

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AMOR-DOLOR, DOLOR-AMOR

 

El dolor transfigurado

 

En esta tierra, quien ama, sufre.

Toda el alma sensible que ama no puede dejar de sonreír participando en las tribulaciones de sus seres queridos y contemplando el estado en que se encuentra la pobre humanidad.

Alejandrina afirma:

Lo amaba, y porque amaba, sufría. (S 16-02-1951)

Pero no siempre el que sufre, sabe amar.

Es el dolor sin amor, muchas veces incomprensible, pero lleva a la desesperación.

El verdadero cristiano aprende a soportar el dolor por amor, porque cree por fe en el poder salvífico de su dolor, ofrecido en unión de los padecimientos de Cristo, porque continúa en los siglos la Redención, a través de nuestros padecimientos.

Recordemos que Nuestra Señora de Fátima invitó a los tres pastorcitos a sufrir por la salvación de las almas y los niños correspondieron con un ímpetu de amor. Juan Pablo II en la Encíclica “Salvifici Doloris” escribe entre otras cosas:

“En el momento en que el hombre toma su cruz, se une espiritualmente a la cruz de Cristo, y se revela delante de él el sentido salvífico del sufrimiento.

El hombre no descubre este sentido a su nivel humano, pero al nivel del sufrimiento de Cristo.

Al mismo tiempo, de este nivel de Cristo, aquel sentido salvífico del sufrimiento desciende al nivel del hombre y se convierte, de algún modo en su respuesta personal.

Y entonces el hombre encuentra en su sufrimiento la paz interior y por fin la alegría espiritual”.

Jesús dice:

“Amar y sufrir, sufrir y amar es el secreto de la perfección, es el mayor medio de salvación”. (S 26-12-1952)

Alejandrina, maestra de dolor y de amor, afirma:

Para aguantar el dolor
Tienen que llenar de mirra su amor.
(S 26-08-55)

 

El amor de Jesús

 

Jesús me espera de brazos abiertos para recibirme: me espera lleno de sonrisas y de amor. Quiere poseerme, quiere incendiar mi frialdad en el horno de su Corazón divino. (S 26-07-1945)

Jesús va loco de amor a pedir amor a todos los corazones. Que tristeza, amar y no ser amado, amar y ser ofendido. (S 06-06-1942)

Jesús tiene su Corazón divino en llamas, arde, arde continuamente por nosotros. ¡Esto es el amor de Jesús y esto es la ingratitud de las almas! Si pudiera abrir mi corazón y mostrar al mundo las ternuras del amor divino, es el amor que obliga a olvidar el dolor. (S 29-03-1945)

Él ama cuando consuela, ama cuando hiere, es siempre amor, amor sin igual. (S 26-12-1952)

Cuanto más huía de Jesús (Alejandrina vive los sentimientos del pecador) tanto más mi alma va hasta su divino Corazón, comprendo mejor el amor con que Él me ama. Cuanto más me ausentaba, tanto más Él corre hacia mí para atraerme y más lo hacía sufrir. (S 02-02-1951)

Experimenté en mí un amor (Alejandrina revive los sentimientos de Jesús y de la humanidad) y una ingratitud inmensa. El amor era un amor inmenso, llena el Cielo y la Tierra, la ingratitud era tan grande y tan grave. Se opone a aquel amor, que es como una barca firme y segura y navega por encima de todo. Recibe la ingratitud sin cesar de amar. (S 13-07-1945)

Jesús le dice a Alejandrina:

Jesús infunde en tu corazón el fuego ardiente de su divino Corazón, es fuego que ama, es fuego que consume. Es el amor que yo quiero que tú lo des a las almas, lo exijo. (S 09-03-1951)

El alma que ama irradia y deja transparentar a su alrededor la fuerza del amor con que ama. El fuego, cuando ataca, deja siempre las señales de haber quemado. Ámame, déjate quemar, lleva a las almas mi fuego, mi divino amor. (S 09-07-1948)

Jesús se dirige a todos nosotros:

Vengan a mí, todos los que sufren y entren en mi Corazón divino.

Vengan a mí, todos los que desean ansiosamente amarme y beban de esta fuente que no se agota.

Yo soy amor, amor, infinito amor y eterno amor.

Vengan, vengan a mí todos y consuelen también mi Corazón divino.

Díganme continuamente que me aman y pidan continuamente mi amor.

Mi corazón divino quiere darse, darse, quiere volar para todos los corazones.

¡Hija mía, querida hija mía, has que Yo sea amado! (S 14-03-1952)

Y una exhortación de Alejandrina:

Oh mundo, oh almas, cuanto nos ama Jesús, amémoslo también.

Nuestro dolor llega a ser nada, en comparación con su dolor.

Es un dolor infinito, el dolor de un Dios hecho hombre.

Amémoslo, amémoslo sin parar, amémoslo día y noche.

Mi corazón va como un pajarito perdido a mendigar amor, siempre amor para Jesús. (S 03-05-1953)

Debemos dejarnos arrastrar por la invitación de Alejandrina, debemos empeñarnos en retribuir el amor de Jesús de modo tal que Él nos pueda decir también, como le dijo a Alejandrina:

“Ámame cuando lloras, cuando sonríes:
Ámame en el dolor y en la alegría.
Ámame en el silencio y en la algarabía.
Ámame en todo.
Día y noche, suben al Cielo,
A cada momento,
Tus sufrimientos y tu amor”. (S 21-03-1947)

 

FIN

 

   

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