Alexandrina de Balasar |
«¡ALEJANDRINA, QUIERO
APRENDER CONTIGO!»
Mayo de 2007
Comunión sacramental
Varios de los muchos éxtasis en los que
Alejandrina revive la Pasíon, se refieren a la Cena, como institución de la
Alejandrina explica su significado de una forma más amplia y profunda: ¡Qué noche, qué santa noche! ¡La mayor de todas las noches! La noche del mayor milagro, del mayor amor de Jesús. S (08-03-45) Vino el dulce Jesús a bendecir el pan que vendría a ser nuestra Eucaristía. S (11-04-47) (Vi a Jesús) con los ojos puestos en el Cielo e inflamado de tal forma su Rostro, que más parecía tener en sí la vida del Cielo, que ser una semejanza nuestra. No parecía hombre, pero sí sólo Dios: ¡amor, sólo amor! S (30-04-48) Fue tal la luz, fue tal el amor, que a todos envolvió: Jesús, los apóstoles y yo. S (15-11-46) Y, en aquel momento de amor y de maravilla sin igual, sentí que el mundo era otro: Jesús se daba como alimento: partía para el Cielo y se quedaba. Aquel amor se extendió por toda la humanidad. S (02-08-46) ¡Cómo amó Jesús! ¡Cómo ama Él! Sus deseos son que vivamos de Él y para Él.S (20-05-49) ¡Quién ama desea ser retribuido en su amor! Es lo que Jesús le dice a Alejandrina: Hija mía, mi esposa querida, haz que yo sea amado, consolado y reparado en mi Eucaristía. Y entonces propone una devoción particular, con una promesa: Diles en mi nombre, que todos aquellos que comulguen bien, con sinceridad y humildad, fervor y amor, los seis primeros viernes seguidos, y junto a mi sagrario pasen una hora de adoración e íntima unión conmigo, les prometo el Cielo. Por la Eucaristía, para que honren mis santas Llagas, honrando primero la de mi sagrado hombro, que es tan poco recordada. Quien esto hiciere y a las santas Llagas junte los dolores de mi Madre bendita y en su nombre pidan gracias, espirituales y corporales, se las prometo, a no ser que sean para prejuicio de su alma. En el momento de su muerte, traeré conmigo a mi Madre Santísima para defenderlo. S (25-02-49) En los siguientes fragmentos, Alejandrina intenta describir lo que experimenta, después de recibir al tan Suspirado. Son sentimientos diversos, según el momento, ya sea de su situación existencial o de la voluntad de Jesús. Algunos nos sirven de ejemplo, otros de consuelo, si nos encontramos nosotros en situaciones parecidas. Después de la Sagrada Comunión, sentí una gran unión con el Señor, y, después, un fuerte calor y una fuerza que me abrazaba. Así pasé algunos momentos, hasta que por fin me habló Nuestro Señor: “Vengo a ti para que te unas toda a Mí. ¿Por qué tanto desánimo? ” C (25-06-35) El día de hoy empezó para mí tristísimo. Al recibir a Jesús, mi dolor se suavizó, la tristeza desapareció. C (02-11-40) Al final de la Sagrada Comunión, ¡cómo me sentía bien con Nuestro Señor! ¡qué unión tan grande! Yo le decía a mi querido Jesús: ¡Cómo es consoladora tu paz! ¡Cómo es consolador amarte! Y así me entretuve algún tiempo con mi Jesús. C (18-07-35) Me causa tristeza y dolor la forma en que hoy lo recibí. Me olvidé pronto de su visita divina. ¡No tengo amor para Él!. C (29-09-40) Recibí a Jesús con hielo, con hielo que todo congela. Mi corazón y mi alma se tuercen y destuercen con la aflicción. C (28-12-39) Sentí a Jesús inundando mi alma con su presencia real, dándome fuerza para durante la tarde, andar, cantar y rezar. C (02-05-41) Vino por fin Jesús, bajó a mi pobre e indigno corazón, pronto me hizo sentir que era Él. ¡Me llenó, mi corazón se hizo tan grande! Parecía no caber en mi pecho: yo estaba como si tuviera en mí toda la bóveda del Cielo S (06-09-47) Entró el Huésped divino, y, sin mirar tanta miseria e indiferencia, no se regresó, entró en mi corazón. Momentos después, yo era otra: el Cielo se inclinó hacia mí, quedó unido a la Tierra, y me absorbió en él. Mi alma se iluminó: yoera grande, grande como Dios. Jesús me habló en mi corazón: “Hija mía, hija mía, estás sumergida, estás embebida en el amor de Jesús”. S (04-08-51) Debemos recordar siempre una verdad desconcertante: La Comunión nos transforma en aquel que comulgamos. Es conocida la invocación de San Agustín: “Padre, la participación en Vuestro Sacramento nos inserta como miembros vivos en Cristo, Vuestro Hijo, a fin de que seamos transformados en aquel que recibimos” (oración después de la Sagrada Comunión, en la misa de San Agustín). Vino mi Jesús. Nada más entró en mí, se disiparon las tinieblas: todo mi interior quedó iluminado con su amor, con su paz. Quedé otra. Ahora bien puedo decir: “No soy yo la que vivo, pero sí Jesús.” S (01-03-47) Recordemos la conocida afirmación de San Pablo: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí. ” (Gál 2,20) Concluyamos con dos fragmentos que ponen en evidencia como no sólo el alma anhela la unión con su Amado, es Jesús mismo quien tiene ansias de amar y anhela unirse a su criatura, para poseerla enteramente. Un día le llevaron inesperadamente la Eucaristía. Es indecible la alegría que sentí, y, al mismo tiempo, la confusión. Alegría por que llega el Suspirado a mi alma y confusión por tantos cariñitos recibidos. ¡Cómo es bueno Jesús! ¡No rehusa venir a mi nada, a mi miseria! Nada más entró en mi corazón , me habló así: Hija mía, hija mía, no puedo vivir sin la morada de tu corazón. Es cierto que siempre habito en ti, pero ahora vine más real, en cuerpo y Espíritu.” C (12-09-41) Lo recibí en mi corazón y Él me confortó con estas palabras: “¡Qué amor, qué amor, qué excesos de amor, qué prodigios de amor tengo para contigo, hija mía! Tú suspiravas por tenerme en tu corazón y Yo suspiraba por poseerte”. C (12-09-41)
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