Alexandrina de Balasar |
ALEXANDRINA Y LA JUVENTUD Agosto 2006 «¡ALEJANDRINA, QUIERO APRENDER CONTIGO!» (3)
Pasamos ahora al segundo capítulo de nuestro vademecum, que se titula «Alejandrina y la vida divina»; el primero de sus cinco subtítulos habla de la «Conformidad con la voluntad de Dios» y comienza así:
Es un componente esencial de la espiritualidad de Alejandrina: la conformidad a la voluntad de Dios. Alejandrina se convierte toda ella en un impulso del amor a Dios y la oblación de su propia voluntad es un elemento característico del amor. Este amor a Jesús, muchas veces es expresado también como una sonrisa del alma. Alejandrina lo explica muy bien en la carta del 18-06-1946, que le dirige a su director Padre Pinho: «Pero es una sonrisa muy diferente a la que tienen mis labios, la tengo y la siento constantemente, es una sonrisa interior, sonrisa dulce, sonrisa tierna, sonrisa que besa y abraza la voluntad del Señor, sonrisa que se prende a la cruz con todo el dolor, para nunca dejarlo: Es Jesús quien me la ofrece. Esta sonrisa es real, no es engañadora: es la sonrisa de la cruz y de la voluntad de aquel que me la envió». Estas son otras frases que muestran esta conformidad: «Y estos en medio de tantas espinas, de tantos sufrimientos, de tan pesada cruz, y siento allí la alegría del alma que sonríe a todo y que esto viene de las manos del Señor. Puedo gemir, pueden llorar los ojos del cuerpo, pero los ojos del alma están alegres, dispuestos a recibir todo el martirio que les envía el Cielo». C (02-06-48) «En nada tengo alegría, a no ser en el esfuerzo continuo de querer hacer con perfección la voluntad del Señor. Quiero sonreír a todo, pero mi naturaleza es tan débil, se entristece, desfallece y muere». C (22-09-51) «Estoy acá (en la fatiga de haber dictado el diario), en la renuncia de mí misma, sujeta a la obediencia, a contrariar mi voluntad, a obedecer ciegamente, sin tener voluntad, a querer sólo lo que Jesús quiere. Nada más querría decir, apartar por completo todo lo que me pasa. (…) Jesús quedaría triste: y eso no lo puedo consentir. Obedezco a ciegas, obedezco por amor». S (23 – 02-51) «No puedo hablar. Envío hacia el Cielo mi sacrificio de ciega obediencia». S (21-01-1955, año de su muerte) Agradecemos a la Beata Alejandrina por su heroica conformidad con la voluntad de Dios; de otro modo, habríamos quedado privados de miles de páginas densas en riquísimos tesoros, tan saludables para nosotros. «Alejandrina y el premio» es el segundo tema que la Prof.ª Eugenia aborda. Así escribe: El verdadero cristiano no sigue por el camino recto, movido por el temor del castigo o por el deseo del premio, sólo lo sigue por el amor a Jesús, que ama hasta el punto de convertirse siempre más parecido a Él. Alejandrina afirma: «Yo no sufro con la vista puesta en la recompensa: sufro porque mi corazón tiene sed de Jesús y sólo en Él puedo quedar saciada». C (23-03-40) «Yo no busco mi honra, mi gloria (estamos en 1947 y su Caso ya adquirió notoriedad), pero soy vuestra, Jesús. No sufro con los ojos puestos en mi premio sino con el fin de salvarte almas». S (10-01-47) «Jesús mío, Jesús mío, no quiero mi alma pura con el fin de no ir a sufrir al purgatorio: la quiero pura, para que con esa misma pureza salve para ti las almas. Es por eso que yo sufro, es por esto que todo acepto, mi Jesús». S (21-02-47) «Quiero amarte hasta la locura, quiero amar a mi Jesús sin tener la recompensa del Cielo. No me interesa el premio que me da Jesús: quiero amarlo a Él, sólo a Él sobre todas las cosas, porque él es digno de amor. Es el fin de mi vivir, es el fin de mi dolor, Jesús y las almas, pero siempre es Jesús, porque las almas a Él le pertenecen». S (28-02-47)
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