SENTIMIENTOS DEL ALMA 1944
Febrero
Sentí
a mi alma desprenderse de la tierra y subir a lo más alto, quedando
a vivificar mi cuerpo que quedó abajo como si una corriente
eléctrica le sirviera de unión entre los dos. Este desprendimiento
le costó inmensamente a mi cuerpo, cuyos
ojos
se fijaban en Jesús crucificado para alivio de sus dolores. Mientras
tanto, mi alma se sintió en el regazo de la Madrecita, sosteniendo
junto conmigo a su hijo muerto.
Este
hecho dio luz a mi inteligencia dándome a conocer que lo que Jesús
me prometiera el 15 de agosto de 1943 se iba realizando no en la
forma que yo consideraba más natural, esto es, que yo habría ido
para siempre para el Cielo, pero que iría para volver.
Esta
luz no fue impresión de un momento, sino una nueva transformación
que se operó en mí y que me obligó a decir que ciertamente no había
muerto, pero que Jesús se refería con certeza a ese nuevo estado de
mi alma.
Me
convencí de tal forma de nunca más en dar, en el día marcado por
Jesús, la muerte real.
13 de Mayo
Nueva
transformación de mi alma: Murió por completo aquel pequeño soplo de
vida. Ya no siento aquella respiración que de lejos a lejos sintiera.
Vive en mí el dolor y ese dolor es de toda calidad y especie. Morí,
morí para el mundo y para las criaturas. Todo bajó a la tumba para
quedar para siempre sepultado.
¡Dios
mío qué horrror! Ya no vivo, sólo vive mi dolor amado, sólo vive mi
inexplicable martirio. ¿Podrá ese dolor, sin mi vida, dar la vida a
las almas? ¿Podré ser útil a la humanidad? ¿Oh Jesús, oh Jesús,
puedo así amarte y consolar a tu santísimo Corazón?
¡Pobre
de mí! Después del odio, del abandono, después del olvido, del
desprecio, bajé a mi sepultura, ya vivo en la eternidad y sin que me
des a mi Padrecito y sin tener de nuevo aquí la Santa Misa. Nunca
más, Jesús mío,nunca más puedo tener alegría, a no ser con los ojos
puestos en Vos. Puedan de nuevo darme todo lo que me robaron, siento
que para mí todo es muerte y que ya es tarde para que me sea
restituido aquello que yo más amaba y estimaba después de Vos, mi
Jesús. ¡Ay de la Santa Misa! ¡Mi director espiritual! Y todo lo
demás, Jesús mío, todo lo demás. ¡Qué horror! ¿Cómo resistir tanto?
No fui yo, mi amado, fuiste Vos en mí,fue Vuestro Amor.
Agradecida, mi Jesús, continúa dispensándome, dame fuerza. Mi
eternidad no tiene luz: es una eternidad que no os ama, que no os
alaba, que no os ve, que no os goza. Tremenda eternidad. No ver a
Jesús es una eternidad de muerte.
Sólo
el dolor triunfa sobre la muerte. Es lo que vivo en la eternidad que
siento. Sea cual fuere el estado de mi alma, Jesús, abrázame, cumple
tus santas promesas. Espero, espero confiada en Vuestro amor. Jesús
dale vida a las almas con mi muerte, con mi eternidad. Dales Vuestra
eternidad, dales el cielo, el cielo, Jesús.
29 de Mayo
Estsaba en grande aflicción y, después de recibir a Jesús, me
desahogaba con Él pero sin obtener respuesta. Pero Él, bueno como
siempre, se dignó aliviarme:
—
Hija mía, dile a tu hermanita que estoy por ver hasta que punto
llega su confianza en Mí. Ella desempeña en tu calvario el papel que
junto conmigo, desempeñó mi Bendita Madre. Dile que espero mucho de
ella. Si así no fuese, no se asociaría tanto a tu martirio.
— Ve,
ten valor. Satanás está rabioso, extiende sus garras infernales.
Confía, él no vence. Ella es una insensata: usó para Vos con la
mayor de las ingratitudes, pero perdónale todo en tu corazón. Así
como Yo le perdono. ¡Si supiese cuanto sufro! Me recibe fríamente,
por hábito, por rutina. ¡Qué tristeza para Mi divino Corazón!
16 de Junio
Fue el
día 16, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. No lo puedo olvidar:
Jesús, repetidas veces, había confirmado lo que me había dicho y
prometido en el principio de mi crucifixión, que era un premio que
yo me dejara crucificar, que estaban las puertas del infierno
cerradas desde el medio día del viernes hasta la media noche del
domingo, la media noche del sol. Cuando mi Jesús dio por terminada
mi crucifixión, o antes, cuando cambió la forma de crucificarme,
continué recordando a Nuestro Señor los viernes a la hora de
costumbre, para que continuasen cerradas las puertas del infierno,
porque me juzgaba con el mismo derecho. Pues fuistes Vos quien me
negaste la crucifixión, yo no fui a negarla, así dije yo. Vino
Nuestro Señor, llegó hasta mí y colocándome en los brazos de la
Madrecita me dice:
— Hija
mía, ven a descansar y consolarte en los brazos de tu Madrecita.
Eres acariciada y calentada por Jesús y por María.
Sentí
entonces las caricias de los dos.
— Eres
envuelta por los Ángeles.
Voy a
decirte, hija mía, los días que tienes que tener más en cuenta para
que esté cerrado el infierno. Te doy el jueves en la tarde en honor
de mi Eucaristía y por el amor que tienes a Ella y por el que Me
llevó a quedar preso allí, pasando así hasta el viernes en la mañana.
Te doy el miércoles de mañana en honor de mi querido padre San José,
a quien tanto amas. ¡Hija mía, cuando deseo verlo amado! Mira, hija
mía,quiero, exijo que digas a quienes tuvieren esa devoción firme
inconstante, que no me ofenden gravemente a punto de perderse.
Pedí
además a Nuestro Señor que me diese dos horas del lunes y del martes:
no escojo horas, Jesús, pero quiero que sean aquellas que más almas
fueran a caer en el infierno.
— Sí,
mi encanto, te doy todo, por el amor con que te dejas crucificar.
25 de Junio
Fue al
caer la tarde, ya el sol estaba casi a extenderse en la noche, pero
para mí no había habido sol ni día: todo era noche. El desánimo, el
abatimiento, la lucha constante que sentía en mi alma eran casi
insoportables. Dios mío, antes el infierno que perderte. ¿Qué de
hacer a esto? Jesús, Madrecita, cuidénme, no me dejen caer,
Dios
mío, Dios mío, el Cielo parece que no existe. Continúa la lucha y el
tormento de las dudas y de nada vale mi grito a los Santos. Confío,
Jesús, confío, Madrecita, pero el tiempo pasa, para mi no hay
socorro, siento el abandono de la tierra y del Cielo. ¡Jesús, Jesús,
pobre de mí! No quiero engañarme ni engañar a nadie.
Nueva
prueba de amor de Jesús: vino a levantarme del abismo de las
tinieblas y de la muerte. Me toma en sus divinos brazos, me inclina
hacia su divino lado, me da de beber la Sangre de su divino Corazón.
¡Qué maravilla! ¡Qué bondad infinita! Sentía la sangre del Corazón
de Jesús pasar hacia mí con toda abundancia. Y Jesús, lleno de
dulzura, iba diciéndome:
— Valor, hija mía, consuélate. Mi divina Sangre, mi Carne son tu
alimento y tu vida.
Jesús
me llenó, me resucitó: rayó el día, brilló el sol y me alumbró con
sus rayos. Ya el mundo no puede nada contra mí. ¡Oh, cómo es bueno
Jesús y que ingrata soy yo para con Él!
3 de Julio
No sé
si es debido a mi sufrimiento, pero quedé en una gran postración y
cási como que olvidaba lo que de (Jesús) había recibido. Dios mío, ¡qué
estado de mi alma!
De
repente vi a Jesús frente a mí, clavado en la cruz, y después
desapareció. Si me sentía muerta, muerta continué: la vida parecía
no existir para mí. Pasaron unos momentos.
De
nuevo vino mi Amado, pero esta vez lleno de encantos. Es el Corazón
Santísimo de Jesús. ¡Su divino Rostro era tan bello! Todo era brillo,
todo era luz. Se acercó a mí y me acercó al mismo tiempo que me
entregaba su divino Corazón con una gran llaga de la cual salía una
enorme llama dorada que podía incendiar y quemar a todo el mundo.
— Guarda en ti hija mía mi divino Corazón, para que los pecadores no
puedan más herirlo.
No sé
cómo elcorazón de mi Jesús se fundió en mí. Se pierde en mí y yo en
él. ¡Oh, cómo es grande el amor de Jesús!... ¡Qué transformación la
de mi alma! Ya tenía vida, valor y fuerza para caminar.
El
sufrimiento, cómo es dulce cuando es llevado por amor a Jesús. Pero,
cuánto cuesta querer consolar y no poder, guardar su divino Corazón
para satisfacer sus santísimos deseos y no saber cómo. Pobre Jesús,
a quien entregaste Tu corazón a guardar. ¿Adónde, Jesús, podré
esconderlo para que no sea más herido? Yo soy miseria y podredumbre.
Transfórmame, purifícame y después entra en mí. Os amo y soy vuestra. |