Alexandrina de Balasar

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ESCRITOS DE LA BEATA ALEJANDRINA
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 Petición de la Consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María

Reflejar  el papel que la Beata Alejandrina desempeñó en la Consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María es de suma importancia: Jesús le pidió con gran insistencia la Consagración y la Beata de Balasar sufrió mucho para conseguirla.

Jesús declaró el 3 de mayo de 1941: “Toda la humanidad está agonizando bajo el peso de la justicia del Padre Eterno. Sólo Ella (la Madre de Dios) lo podrá salvar”. Que hoy continúa Él depositando en ella el poder de salvar al mundo que Le fue consagrado, es ciertamente una verdad.

Algunos aspectos de la Consagración son necesarios de aclarar. Por ejemplo, si la consagración debería de ser anual y por qué el Padre Pinho no llamó con insistencia la atención sobre esto en sus libros. Y también el por qué tampoco lo hizo el Padre Humberto.

Si le tocaba a la Beata escoger un día para recordar esa consagración, ¿cómo es que ella murió sin escogerla? Y también, ¿cómo es que Jesús, después del año 1942, no regresó a mencionar esos pedidos?

Publicar en la Página Mensual esta carta que contiene el primero pedido de Jesús al respecto, es colocarla a la disposición de los hablantes de muchas lenguas, es proporcionarles la reflexión sobre estas cuestiones.

 

Balasar, 1 de Agosto de 1935

Viva Jesús!

Mi Padrecito:

Estoy en una forma tal que mal puedo hablar, pero aún así, no puedo dejar de pasar este día sin decirle alguna cosa, mientras mi buen Jesús me va dejando algún soplo de vida.

No he dejado ningún día de recibir a mi querido Jesús dentro de mi alma. ¡Cómo es bueno Él conmigo! me concede esta gracia tan grande sin que yo la merezca. ¡Si al menos yo le supiese corresponder! Pobre de mí, que no lo sé hacer.

Sé que no lo amo tanto como desearía, ni tampoco como Nuestro Señor es digno de ser amado. Parece que todo va a acabar; ¡rezo tan poco! No tengo fuerzas para hacerlo más.

Hoy me confesé: ¡quedé tan desanimada! Por su infinita misericordia, Nuestro Señor no me abandona.

Estando Él conmigo, todo lo venzo sin dificultad, por eso, lo que yo quiero es sufrir mucho, mucho, por mi amado Jesús, yo quisiera que Él no fuese ofendido. ¡Pero, qué horror! ¡Se le ofende tan gravemente! ¡Qué pena tengo yo de mi querido Jesús!

El día 30, después de la Sagrada Comunión, me sentía muy bien con Nuestro Señor, sentía una grande unión con Él. Habían pasado algunos momentos y escuché que me llamaba:

— ¡Hija mía, mi querida reina, a qué alturas te llevé, esposa del Rey Sacramentado!

Continúa, mi querida hija, tu breve misión: mientras vivas pídeme por los cieguitos, por los pobres pecadores. Todavía tienes a muchos para conducirlos en tus caminos. Yo soy el camino, la verdad y la vida, condúcelos para que Yo sea amado. No me dejes solo ni un momento en mis sagrarios. Estoy allí en la espera de almas que me dediquen un amor como el tuyo, pero no llegan. ¡Soy tan despreciado! Y no solamente eso, ¡soy tan ofendido! Ten compasión de tu Jesús, ángel mío, mi amor! Cura con tu reparación esta lepra tan contaminante.

Manda decir a tu padre espiritual que, en prueba del amor que le dedicas a Mi Madre Santísima, quiero que sea hecho todos los años un acto de Consagración del mundo entero, en uno de los días de sus fiestas, escogido por ti: ya sea la Asunción, la Purificación o la Anunciación, pidiéndole a la Virgen sin mancha de pecado, que avergüence y confunda a los impuros, para que cambien su camino y no me ofendan.

Así como le pedí a Santa Margarita María que el mundo fuera consagrado a Mi Divino Corazón, así te pido a ti, para que sea consagrado a Ella con una fiesta solemne.

Sentía las caricias de Nuestro Señor, de las que ya le he hablado a Vuestra Reverencia y entonces me decía Nuestro Señor:

— No te descuides con tu tarea, dile todo, que él mandará las órdenes.

Hoy mismo, recibí la noticia que por estos días iba a recibir la visita de mi hermanita de Sertã: quedé inmensamente satisfecha.

Muchos recuerdos de parte de mi madre y de Deolinda; le pido que no me olvide junto a Nuestro Señor, que yo continúo haciendo lo mismo. Por caridad, bendiga a la pobre

Alejandrina María da Costa.

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