Alexandrina de Balasar |
ESCRITOS DE LA BEATA ALEJANDRINA
7 de noviembre – Primero sábado ― Alégrate, hija amada, alégrate, hija querida, alégrate con Jesús y con tu Madrecita querida, alégrate porque están realizados los deseos de Jesús! Alégrate porque vienen grandes bendiciones para esta tierra culpable. Hija mía, hija mía, atractivo mío, encanto de mis ojos: Jesús tiene en su loquita la mayor alegría del mundo. Jesús ve en su benjamina todos los encantos de su divino Corazón. Y es porque Jesús se sirve de ella para que sea su canal divino. El mundo, por medio de la crucificada del calvario, recibe todas las gracias y el amor de Jesús. Hija mía, dile a tu Padre espiritual, a aquel escogido por Mí para que sea tu luz, que mi divino amor se extiende sobre él con la mayor abundancia, que él hace en todo mi divina voluntad.
Sí, sí, Jesús esta contentísimo con él y disgustado con aquellos que lo hacen sufrir siendo inocente. Hija mía, dile, dile a tu Padre espiritual, a aquel que escogí para que te guíe hasta Mí, dile que le diga al Santo Padre que la promesa ya está hecha, que irá directo de la tierra hasta el Cielo, no pasará por el Purgatorio. Es el premio por cumplir la voluntad divina, tendrá toda la luz del Espíritu Santo, no irá nunca contra la voluntad divina, tendrá luz para hacer la voluntad divina durante todo su reinado en la tierra. Jesús está contentísimo con él, grande premio recibirá de Jesús por su loquita de amor, cuando ella esté en el Cielo junto a su trono. Jesús va a llevar a su amada para el Cielo. Jesús va a hacer que los hombres terminen la guerra. Hija mía, dile a tu médico: no puedo dejar de tener con él las mayores pruebas de amor, por haber sido el amparo, el brazo firme de la causa divina, en momentos en que los hombres trataron de destruirla. la causa de Jesús no cae, se levanta cada vez más. Triunfo, triunfo, amor, amor, amor. Es lo que cae sobre la loquita de Jesús, sobre los que la rodean y aman y por quienes ella intercede, amor, amor, amor sin fin. ― Mi amado Jesús, estoy confundida, humillada, abatida. Nada más sé decir; perdóname mis faltas; te digo a ti, unas eternas "gracias" Danos la paz, alcánzame todo lo que te pido, Jesús mío. 5 de diciembre – Primer sábado ― ¡Bella, bella, pura, eres el encanto de Jesús! Está próximo el noviazgo eterno, las nupcias celestiales. Están casi realizadas todas las profecías de Jesús. Vino el loquito de su loquita a llevar a su amada. Ha llegado la hora de la luz, ha llegado la hora del rescate. Hija mía, dile, amada, dile a tu Padrecito: estoy loco de amor por él y con él voy a triunfar. Ha llegado la hora de que tome su puesto, es llegada la hora de que los hombres lo dejen hacer mi voluntad divina. Dentro de poco termina la guerra; van a ser días de gloria y de triunfo. Hijita, hijita, ¡Mi bendita Madre y Yo estamos loquitos de amor por ti! Estamos locos por aquellos que te aman y que te amparan. ¡Tienen mucho espacio en nuestros amantísimos Corazones! Hijita, dile a tu Padrecito, que su sufrimiento está escrito en el Cielo con letras de oro. Hijita, dile a tu médico que lo amo, que cuido de él y de los suyos como él cuida de ti y de mi causa. ¡Le ha dado un gran consuelo a mi divino Corazón! Hijita, toma mi amor, repártelo a los que te son queridos y diles que ese amor es el mío. ― Gracias, mi Jesús. Dame esa inmensidad de amor, nunca me cansaré de repartirlo sobre la tierra. En la mañanita del día 13, cuando estaba rezando una Avemaría a la Madrecita, junto con jaculatorias por varias intenciones, vi a la Madrecita de Fátima en tamaño natural, elevada a gran altura y suspendida en el aire. Abajo de ella había un universo de pueblo para quienes se inclinaba y miraba con todo cariño. Mi corazón parecía no caber en mi pecho, ¡latía con tanta fuerza! Me sentí atraída hacia Ella, me pareció que salía fuera de mí y era transportada a otra región y ya no vivía en la tierra. No sé cuanto tiempo me demoré allá. 25 de diciembre – Una hora de la noche Después de hacerle mis pedidos a Jesús ― ¡Y tenía tanto que pedirle! ― Le dije: No te pido verte en el pesebre, porque estás en el pesebre de mi corazón, pero sí pido que me alcances lo que te pido, y Él se dignó decirme: ― Hija mía, hija mía, siempre firme en tu fe, siempre firme en tu confianza, Jesús no te engaña y tú no te engañas de que es Jesús. Los confundidos son los que te hacen sufrir. La hora del triunfo no tarda. Tus fiestas están concluidas en la tierra, vas a verlas en el Cielo con todo el brillo, con todo el amor. El Cielo está abierto para ti, mi amada, ya casi puedes entrar. Recibe todo el amor y toda la gracia del Niñito Jesús con todo el derecho de que lo distribuyas a aquellos que te rodean, que te aman, que te son queridos. ― Jesús mío, quisiera tener palabras para agradecerte cuan digno eres, pero no sé, quisisera darte toda honra, gloria y amor, qusiera decirte todo. Como nada sé, apenas te digo: Gracias, para siempre agradecida, mi Jesús. Al finalizar la Sagrada Comunión ― Confía, confía, hija mía, te doy a tu Padrecito. Ten en cuenta la reparación y consuelo que das a mi divino Corazón. Yo vencí al mundo y venzo en los corazones de los hombres. Por las una y treinta horas estaba bañada en sudor, sentía dolores agudísimos en todo mi cuerpo: no podía descansar. A veces sentía la necesidad de dormir y grande cansancio en mi cabeza. Como no podía dormir le decía a Jesús: Amor mío, goza cuando sufro. Acepta mis dolores para reparar lo mucho que eres ofendido y también es ofendida la querida Madrecita. Sea todo por vuestro amor y por los pecadores. Así iban pasando las horas unida a Jesús Sacramentado y a toda la Santísima Trinidad. Me sentía feliz en mi dolor. De repente, sin yo pensarlo, descendieron sobre mi cama dos angelitos muy lindos, batiendo sus alas, Al frente se abrió, como si fuese la bóveda del Cielo: ¡Qué lindo! ¡Qué lindo! Una paloma blanca en las mayores alturas dejaba caer muchos rayos de luz. Más abajo, en un trono, estaba Jesús sosteniendo en su mano una gran cruz. Era bello y bella era la cruz. Era cruz de redención. A su lado estaba la Madrecita, sentada como Reina. Alrededor había un gran número de personas, vestidas de forma diferente. ¡Qué bello era todo esto! Al contar estas cosas, me dice mi hermana: ― Vale la pena sufrir todo esto: dolores, sudores, angustias del alma, para gozar cosas tan bellas, aunque breves momentos ¡Qué riqueza es el Cielo! ¡Si todos lo conocieran! ¡No ofenderían a Jesús, al menos por el deseo de ir a gozar el Cielo! Sin embargo, este gozo fue para vos, mi Jesús. Habiendo pasado pocos momentos, ya empezaron a atormentarme las dudas. ¿Me engañaría? ¿Sería ilusión mía? Dios mío, no quiero engañar a nadie....
|
Para qualquer sugestão ou pedido de informações, pressione aqui : |