SENTIMIENTOS DEL ALMA – 1943
3 de Abril – Primer sábado
— Hija
mía, levanta tus ojos al Cielo, ten valor, Jesús te amparará. El fin
se aproxima. El combate será reñido.
Hija
mía, hija mía, si fueses amada por todo el mundo no te parecerías a
Jesús. Te quedan algunos amigos, firmes y fuertes, a semejanza de tu
esposo Jesús.
¡Amada,
alégrate! ¡Qué gran dicha que te parezcas a Mí!
Hijita,
hijita, alégrate: ¡cuántos y cuantos, después de tu muerte,
desearían hablarte, pedirte perdón por haberte perseguido y
combatido!
Hijita,
dile a tu Padrecito que todavía en la tierra muchos le han de pedir
perdón. Que su humildad será ensalzada. Dile que todo este
sufrimiento le ha purificado su corazón y su alma, que está más pura
que el oro. Dile que tenía que pasar por todos estas humillaciones
para que la causa de Jesús brille así como Yo quiero. Dile que lo
amo apasionadamente y que lo tengo cubierto con mi divino Amor. Mi
amada querida, dile a tu Padrecito que su lugar en el Cielo está
reservado al lado de la Santísima Trinidad. Dile que toda esta lucha
en la tierra está por terminar. Hija mía, ¿confías, confías?
— Oh mi
Jesús, ¿cómo no he-de confiar e Vos? Vos no engañáis! ¿Quién confió
en Vos y quedó confundido? Sé nuestra fuerza, Jesús, y termina
entonces tanto sufrimiento.
— Inclínate, inclínate, Madre bendita, besa y abraza a tu hijita, mi
esposa y mi crucificada.
— Madrecita, vela por mí, vela por mi Padrecito, vela por los que me
son queridos. Entre Jesús y la Madrecita estoy bien, no corro
peligro.
— Hijita, dile a tu médico, afírmale que va a quedar en el Cielo al
lado de su esposa, rodeado de todos sus hijos, así como de un coro
de ángeles; es el premio de la fidelidad a mi gracia.
— ¡Jesús, Madrecita, no se separen más de mí!
— No
temas, no estás sola. Tiempo vendrá en que todo el mundo deseará
ponerse al abrigo de tu gracia, de tu pureza, de tu amor a Jesús.
— Jesús, estoy humillada, me siento avergonzada junto a tus divinos
pies. Pero, venga todo lo que Tú quieres y sea todo como Tú dices.
— Amada
de Jesús, amada de María, amada de la Santísima Trinidad, amada de
toda la Corte celeste.
— Jesús, soy un trapo inmundo donde todos se limpian los pies, ¿Cómo
puedes decir de mí tantas cosas tan linda? Muy agradecida, mi Amor.
24 de Abril
Después
de recibir a Nuestro Señor Sacramentado y de hacerle muchas
peticiones, le dice: Mi Jesús, ¿das paz, das paz?
— Sí,
hija mía, sí. Doy la paz, no porque el mundo se la merezca, sino
porque me lo pides, mi loquita, mi amada. ¡Confía, confía!
1º de Mayo – Primer sábado
— Hija
mía, hija mía, ¡Qué belleza es un alma en gracia! ¡Qué belleza, qué
encantos los de una esposa de Jesús! Jesús se enamoró de su
Alejandrina, la preparó para ser su riquísimo tabernáculo en la
tierra. Alégrate, mi loquita, alégrate con tu Jesús.
Diga el
mundo lo que diga, haga lo que haga, Jesús es tuyo, todo tuyo, y tú
eres de él, toda de él. La ceguera de los discípulos de Jesús y de
los que se dicen sus amigos, Me disgustan más que los crímenes de
los pecadores. Jesús inmola a sus víctimas para salvarlos. Y
aquellos que debían poseer siempre la luz divina, no la quieren, no
van en su búsqueda, intentan echar por tierra las causas más
sublimes de Jesús, aquello que Él preparó como lo más rico en la
tierra, de mayor gloria para Sí y provecho para las almas.
Valor,
valor, hijita, quien tiene a Jesús no teme. Quién lo posee, posee
toda la fuerza.
Mi
amada, valor, valor: son los últimos combates: después de ellos
viene el Cielo.
Hijita,
dile a tu Padrecito que aunque Jesús no debiese consentir nuevos
exámenes, los consiente, siento aquí en el lugar donde te colocó.
Son pruebas duras para ti y para él, pero es también la mayor prueba
de amor que Jesús tiene para su loquita y para su director, escogido
por Él. Dile que los amo y estoy con ustedes.
Hijita,
dile a tu médico que fue el preferido para desempeñar tan noble
misión, que quiero que la desempeñe fuertemente, mostrándose ante
los médicos y ante el mundo como soldado fuerte que nada teme. Qué
sea el guerrero de la causa de Jesús. Quiero que vaya para enfrente,
que vengan los médicos junto a ti, pero que vengan con toda la
prudencia
— Oh mi
Jesús, ¿No me faltarás con tu gracia y fuerza divina?
— No,
no, hijita querida, cuenta con tu Jesús y tu querida Madrecita, que
no te faltan con la gracia y la fuerza del Cielo.
Gracias, Jesús mío, confío en ti, yo sólo soy miseria. Quiero
olvidarme de lo que soy para confiar solamente en Ti.
13 de Mayo
Jesús,
dame fuerzas para desahogarme contigo. Es la hijita que viene a su
Padre a pedir auxilio para la lucha de la vida.
Si las
espinas me hieren y la empinada montaña de mi calvario me llevan al
mayor de los desalientos, dejándome por tierra en la noche más
oscura y en los sufrimientos más agudos y profundos, pero por otro
lado, la voz dulce y suave que repetidas veces me hace escuchar,
(“¡Valor, hija mía, que es por mí, anímate, que es Jesús!”) me
obliga a levantarme y a caminar con cansancio. Me llama Jesús,
quiere a sus almas. ¿Y por dónde camino? Pobrecita que soy, que
cieguecita estoy que nada veo.
Después
de levantarme, no tengo luz en el camino, no oigo vuestra divina voz
que me llama. ¡Dios mío, si me faltas, no tengo nada! Ten compasión
de mí, ve que los hombres llevarán lejos de mí a aquel que me guiaba
por el camino directo y seguro hasta tu divino Corazón. ¡Cuántos me
odian y me desprecian! ¡Cuántos me calumnian!
Al
interrogarme diciendo: ¿Qué mal les hice? me viene el pensamiento:
¿Qué mal nos hizo Jesús, a no ser amarnos y morir por nosotros? Y
luego me siento obligada a perdonarles y repetir muchas veces:
Perdónales, Jesús mío, permite que se convierta que se abrasen con
vuestro divino Amor.
Pero,
sólo Vos, mi amor, sabéis de mi dolor y de mi amargura. ¡Me siento
tan sola! Golpeó en mí un incendio que todo lo quemó y destruyó.
Todo lo perdí. Si al menos Tú, mi Jesús, bajaras del Cielo a la
tierra viniendo a mi cuartito para el Santo Sacrificio de la
Misa....
¡Qué
nostalgia, que pena: todo me robaron! Jesús, cógete de este
pequeñito soplo de vida que ya no es como un agonizante que de
momento a momento siempre puede respirar. Mira, mi Jesús, es pero
aún. La misma respiración es más lenta, me parece tardar días y
días, y así voy perdiendo la vida. Estoy como una luz que se apaga
para nunca más encenderse. Mis ojos me parece que van a perder la
luz de la tierra; ya no puedo vivir la vida humana. Pero, con todo
esto, confío en Ti. Deja que mi confianza vaya tan lejos como pueda
ir: deja que aumente en la medida de lo posible.
Fue en
vuestros santísimos brazos que me entregué y en vuestro santísimo
Corazón que fue mi morada. ¡Vivir y morir contigo, como es dulce, mi
Jesús!
La
tempestad no amaina, oigo el rugir de los vientos furiosos y
destruidores. Oigo el eco del trueno que todo hace temblar.
Déjame,
mi Jesús, o antes, permite que quede para siempre mi mirada en
vuestra divina mirada para que nunca más te retires, para ver todo
el martirio como viniendo de Ti. nada temo, contigo soy fuerte.
Temer sólo el pecado es tener siempre delante de mí a mi miseria.
¿Qué soy yo sin Jesús? ¿Cómo he correspondido al amor sin igual con
que he sido amada? ¡Pobre de mí! ¿Cómo osé ofenderos?
27 de Mayo
— Hija
mía, mi hijita, no temas, no temas, que nada tienes que temer.
Tienes en ti la fuerza del Cielo y de la tierra. La Carne y la
Sangre de Jesús son tu alimento. Grava en tu corazón mi divina
Imagen y en los momentos de aflicción mírala y contémplame
crucificado. ¡Ten valor! Es la onda de crímenes que arrastra al
mundo. Compadécete de mi dolor. Desagráviame, hija mía, repara por
los pecadores. ¡Ten valor! Mi divina voluntad ha de cumplirse. ¡Hija
mía, hija mía, mi amor!
Abrázame, acaríciame, bésame, y al mismo tiempo que recibía los
besos de Jesús sentía que me entraba la fuerza en mi corazón. ¡Cómo
es bueno Jesús! ¿Cómo es Él y sólo Él la fuerza de los débiles! |