Alexandrina de Balasar

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ESCRITOS DE LA BEATA ALEJANDRINA

― 23 ―

SENTIMIENTOS DEL ALMA
1943

 18 de septiembre

― ¡Hija mía, amor, amor, amor! Tu corazón es mío y es uno solamente, estás toda transformada en mí. Yo soy tu vida: no tienes la vida humana, tienes la vida divina. No tienes la vida en la tierra, vives la vida del Cielo. Tu vida tendrá siempre espinas, una espina penetrará otra espina y así crucificada a mi semejanza pasarás al Cielo, clavada en la cruz por amor a Mí. Hija mía, pídeme lo que quieras: en nombre de mi divina Sangre y en nombre de los dolores de mi Madre Santísima, todo lo alcanzarás.

2 de otubre – Primer sábado

― Estoy recreándome en mi palacio; palacio lleno con los tesoros divinos. Es riquísimo tu corazón: ¡Qué bello adorno para mí, hija mía! Gozo en ti, me alegro en ti, tú eres el jardín perfumado, tú eres el jardín adornado con todas las flores. Y yo gozo por ser Señor de todo esto; yo gozo por poseer el aroma de flores tan bellas. El mundo no te conoce, amada mía. Te conozco Yo, te conoce Jesús. Eres bella, eres bella, eres rica, rica serás en la tierra y en el Cielo.

Quienes llamen en tu nombre, cuando ya estés en el Cielo, no llamarán en vano. Vas a ser poderosa con el Todo-Poderoso.

Las palabras de tu Esposo Jesús van a cumplirse, van a cumplirse letra a letra, mi amada. Tus espinas se convertirán en rosas, tu martirio se convertirá en un paraíso.

Todo, todo, la salvación para los pecadores, el consuelo para Mí. Brilló el sol, apareció la luz. Brilla ahora la luz de los humildes: triunfan y serán exaltados.

Hijita mía, encanto mío: dile a tu Padrecito que el fuego de mi divino Corazón se extiende sobre él. Mi morada divina es morada de él, es el horno donde él ha de habitar siempre, siempre, en la tierra y en el Cielo: Por su humildad voy a darle el poder de atraer hasta mí todas las almas, ansiosas por poseerme y las que andan apartadas de mi divino Corazón.

Soy Yo, Jesús, que hablo siempre en sus labios. Cuando extiende la bendición sobre mis hijos, soy Yo quien los bendice. Le doy todo el poder en la tierra para que abrase los corazones y las almas y convierta los pecadores. Que espere todo de Mí, así como Yo recibo todo de él.

Hija mía, dile a tu médico, que a la sombra del manto de mi bendita Madre y al calor de los rayos de mi divino Corazón está su hogar, bendecido por Nosotros. Será  el jardín cultivado por Nosotros; Yo y María seremos los jardineros. Si me es fiel, será el hogar más rico de todo Portugal, rico en gracias, rico en amor, rico para el Cielo.

Te doy todo lo que es mío, mi amor, para que tú lo des en mi nombre a los que te aman, a los que te rodean, a los que te amparan y te protegen. Te doy todo lo que es mío para que tú lo des a toda la humanidad, de quien te he nombrado protectora.

― Mi Jesús, estoy avergonzada, ¡Me siento tan pequeñita! Yo sólo merecería el infierno, no soy digna de vuestras gracias. Distribuye tú tus gracias. Toma mis manos, úsalas, acepta mi cuerpo, sea siempre vuestro instrumento; trabaja, Jesús, no ceses nunca. Las almas se pierden, el mundo está en peligro.

― Hijita, recibe las caricias de tu Jesús, de tu Madrecita, recibe nuestro poder. Eres toda nuestra, hijita, eres la esposa de mi Jesús. Recibe de nuestros besos, consuelo para todo.

― ¡Gracias, gracias, Madrecita! ¡Gracias, gracias, Jesús!

31 de octubre – Transformación del  alma

En el día de Cristo Rey, sentí como si muriese mi cuerpo y mi espíritu, y acabase por completo mi existencia en el mundo. Es indescriptible el dolor que eso me causó. Pero aún más: me sentía en el Purgatorio. ¡Qué dolor, Dios mío, qué dolor! Hace días que sentía como si pasaran sobre mí unas llamaradas, juzgando en que era el efecto de la sed ardiente que continuamente sentía, pero me engañaba. Esas llamaradas continuaban, no eran llamaradas del fuego en la tierra: tenían un brillo encantador. Pasaban por mí horas seguidas, atormentando mi cuerpo y todos mis sentidos. Subían a mayor altura y todo mi ser quedaba embebido en ellas. Me causaban dolores indecibles. A pesar de eso, sentía necesidad de sumergirme en ellas, para así purificarme.

Como la mariposa loca por la llama, yo estaba también loca y quería de brazos abiertos entrar en aquel fuego que atormentaba pero no destruía, viviendo sólo una ansia: liberada de esto voy hacia mi Jesús. Yo no sabía el significado de todo este sufrimiento. Sabía sentir y nada más. Jesús vino a explicarmelo.

6 de noviembre – Primer sábado

― Hija mía, estás en la posesión de tu Dios. Tu vida no tiene nada de humano, es sólo divina: Vives aquí sólo la vida del Cielo. El adorno que doy a mis esposas más queridas son espinas y de las espinas más agudas. Transfórmalas con tu dulzura y con tu amor, que todas se vuelvan piedras preciosas.

¡Qué encanto, qué riqueza es tu corazón, mi paloma bella! El armiño no se mancha, cada vez es más blanco y más puro.

Hija mía, ¿Sentías morir a tu espíritu? Fui Yo que así lo permití: murió para el mundo, pero vive más y mejor para el Cielo.

La aflicción que sientes del fuego del Purgatorio es la verdad, es la realidad. Estoy purificándote para que después de tu muerte no tengas que ir, vas directamente a Mí.

Así lo quiere mi bendita Madre, para que sepas lo que sufren allá las almas que nos son queridas.Que lo conozca el mundo, sufre todo, ofrécelo por ellas.

Pero no temas, amor mío, mi encanto, estás amparada por mí y por mi bendita Madre, no caes, no vacilas.

Estamos encantados contigo, Ella y Yo velamos por ti, más, mucho más de lo que aquella madre que día y noche vela por su hijito. Tú eres la alegría de Jesús, eres la alegría de María. Al contemplarte, olvidamos los crímenes de la tierra culpable, de la humanidad perdida sin ti.

Pronto, dentro de poco vas para el Cielo, pero confía, hija mía, tu Padrecito viene. Su misión no acabó, continúa, continúa en cuanto vives y después de tu muerte.

Él es joya de mi Compañía, por eso lo escogí para guiarte hasta Mí. Lo amo más que a las pupilas de mis ojos-

Dile que nuevamente le mando todas mis riquezas y el amor y la gracia para atraer las almas hasta Mí. No tarda, hija mía, para darte la luz que necesitas.

También dile a tu médico, encanto mío, dile, afírmale con toda verdad que por la misión que le confié, por la misión que te dije respecto a él, que con tanto amor y buena voluntad va desempeñando, le daré la luz y la gracia para desempeñarla con su esposa en la misión de su hogar, para guiar y encaminar por los caminos más seguros a los hijos hasta Mi. Mis bendiciones y amor caen sobre ellos con toda abundancia. Son míos, todos míos, todos para Mí, todos para el Cielo.

― Jesús mío, humillada y confundida estoy delante de Ti. No merezco nada, muy agradecida, Jesús.

― Pues si nada mereces, hija mía: Yo hago que todo lo merezcas. Te crié así bella y encantadores ante mis divinos ojos, y ante los ojos de mi bendita Madre.

Recibe nuestras caricias, recibe todo nuestro amor, recibe toda la luz y la gracia del divino Espíritu Santo con la promesa de que no te engañas y de que mis benditas promesas serán cumplidad.

― ¡Oh mi Jesús, Oh mi Madrecita, son caricias de Madre, pero sólo de una Madre como Vos! ¡Qué dulces son vuestros besos, Madrecita, lléname de Vos, dame fuerza para vivir, valor para combatir!

 

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