Alexandrina de Balasar

SÍTIO OFICIAL - OFFICIAL SITE - SITE OFFICIEL - SITE UFFICIALE - OFFIZIELLER SITE

ESCRITOS DE LA BEATA ALEJANDRINA

— 17 —

 

4 de julio 1942 - Primer sábado

― Sol brillante, sol esplendoroso será aquel que se va a reflejar en el mundo. Los hombres no quieren dejar que se refleje su brillo. ¡Hay de ellos, pobres de aquellos que se oponen frente a los caminos del Señor! Jesús se consuela y alegra en sus almas tan amadas. Jesús se deleita en el armiño de las almas puras. Los rayos del amor divino forman sobre ellas una aureola brillante y encantadora que atrae para sí al mundo y a los corazones. Los que se dicen amigos de Jesús no conocen a sus esposas, las almas. Jesús está descontento con la mayor parte de sus discípulos: no tienen luz, no la buscan, no saben, no procuran saber. Se lanzan como Satanás, a echar por tierra las obras del Señor. Desvían de sí mismos las bendiciones divinas y toda la protección de la Virgen María.

La Madrecita celeste está preparada para venir a buscar a su hijita para llevarla junto a ella. El premio es brillantísimo.

El dolor del Padrecito de la loquita de Jesús le ha dado toda la gloria y el triunfo al Cielo. Pobres de aquellos que así lo han hecho sufrir. Jesús no deja nada sin recompensa.

Jesús da toda la gracia y amor al médico del alma y al médico del cuerpo de la loquita de la Eucaristía. Jesús será todo y de todo para ellos.

27 de julio

¡Los hombres vuelven pesada y triste mi vida en la tierra! Oh, triste no, déjenme decir: todo lo que es soportado por amor a Jesús y a las almas es alegre y consolador. ¡Pobres de aquellos que se oponen a la voluntad de Jesús!.

Fui subiendo, subiendo lentamente y muy herida con los sufrimientos que los hombres me inventaron. Subí y tuve que suspender el viaje a las puertas del Cielo. Es allí donde me encuentro parada hace largos días, al aparecer una aberturita, comprendí que era la entrada al Paraíso. Sin embargo fue tal la prisión que los hombres me hicieron que tengo que tardarme por un largo espacio de tiempo. ¿Hasta cuando? Sólo Jesús lo sabe. Yo confío y espero en Él. Mis vuelos están presos fuertemente y sólo Jesús los puede desprender, sólo Él puede transformar los corazones de los hombres que nada comprenden y no sé lo que juzgan sobre mí. Es dulce amar y seguir a Jesús, pero, ay de mí si Él me abandona un solo momento. Él me dio la señal de que todo se había completado en la tierra. Era de noche, pero tengo la certeza de que no dormía y estaba perfectamente en mi juicio.

Aparecieron frente a mí dos Ángeles: ¡Qué bellos eran! ¡Sólo podían venir del Cielo! Uno tenía en sus manitas una coraza brillante y toda completa, y el otro una grande palma de martirio. Todo esto le dio consuelo a mi pobre alma.

Me animé al ver que Jesús me mostraba que mi misión en la tierra estaría terminada, pero por más que me esforzase por desprenderme de estas prisiones terrenas, no lo consigo.

Esperaré a que Jesús me suelte, pidiéndole siempre por aquellos que me aprisionan. ¡Pobrecitos! No comprenden la grandeza de Él en las almas. He de sufrir por ellos. Si no fuese por los sufrimientos causados por ellos, no podría dar tanta gloria a Jesús y salvar las almas para Él.

¡Qué grande dolor verme tan cerca del Cielo! Querer entrar y no poderlo hacer. Muchas veces me cuesta contener las lágrimas. Me parece morir de nostalgia. En la tierra no tengo vida, ni nada que me satisfaga. ¡Sólo el Cielo, sólo el Cielo!...

Sólo el Cielo será mi vida, sólo en el Cielo serán satisfechas mis ansias. ¡Que bello que es! Quisiera que todos en la tierra lo conocieran, pobres de aquellos que desprecian a Jesús y siguen a Satanás.

1 de agosto – Primero sábado

― El Corazón de Jesús con su Santísima Madre se alegran y se llenan de regocijo con los sufrimientos de la loca, loca de Jesús, de la crucificada del calvario y con los sufrimientos de su Padre espiritual, que lo ha sido y lo será por toda la eternidad. ¡Qué meses de tanta honra y gloria para el Cielo! Las almas esposas de Jesús, las almas martirizadas, se inmolan por Jesús y por las almas... Jesús y María ansían ver brillar en el mundo entero este farol resplandeciente. Los hombres intentan apagarlo y destruirlo, pero es en vano. Jesús, escondido en su víctima, se somete a sus falsos juicios. Jesús, escondido en su víctima, se sujeta a la voluntad de su Padre espiritual y del médico de su loquita. Todo lo que hicieran para gloria del Altísimo, Jesús lo acogerá bien.

Nada sería necesario, Jesús mismo no lo querría si los ciegos quisieran ver. ¡Qué ceguera y crueldad! Sujetan a los mayores martirios a las almas más amantes de Jesús. Las llevan a las más grandes humillaciones, llevan a aquellas que son las pupilas más queridas de los ojos de Jesús.

Jesús, Rey de Amor, ha vencido y siempre vencerá. Ama con toda la locura de amor a las almas que aman y rodean a su crucificada. Son bellos los designios de Jesús. Todo es encantador, todo lo que deja transparentar a través de su amada.

― ¡Jesús mío, que grande es vuestro amor para conmigo! Dame todo el valor que necesito, dame tu amor infinito y llévame para mi Patria. Soy del Cielo y no de la tierra, soy vuestra y no del mundo.

― Pronto va el Cielo a gozar de ese gran triunfo, a ver entrar en él a la mayor heroína de la humanidad.

― ¡Gracias, gracias, mi Jesús!

15 de agosto

― Es con los lazos más firmes y del más puro amor que Jesús ata su divino Corazón y el del de su Santísima Madre a su loquita de amor, a la víctima de la mayor inmolación, la mayor alegría y gloria del altísimo que tiene y podrá tener en la tierra.

Es con los mismos lazos de amor que Jesús prende a sus divinos Corazones al Padre espiritual de su benjamina, al médico, y a las almas amadas que se sacrifican por ella.

Las predilecciones de la heroína del calvario son las predilecciones de Jesús. Jesús ama apasionadamente a su benjamina, más que a las pupilas de sus ojos. Va a darme el Cielo, va a darle todo la gloria y todo el amor para que ella lo distribuya en las almas.

― ¡Oh mi Jesús, son tan dulces vuestras caricias y las de vuestra querida Madrecita!

― Es la recompensa de tanto dolor y de tanto martirio, es la locura de amor que Jesús y la Madrecita tienen por su crucificada. Es con el mismo amor que Jesús y María aman y se dan a las almas amantes de su loquita.

La Santísima Trinidad se inclina, el divino Espíritu Santo extiende sus rayos, los irradia sobre este cofre riquísimo del Santísimo Corazón de Jesús.

― ¡Gracias, gracias, mi Jesús!

26 de agosto

No cuestan nuestras ofertas a Jesús, decirle que todo el cuerpo es de Él, decirle: Soy tuya para el martirio y para la cruz. Pero cuando se sienten los rigores de su divina Justicia, cuando da señal de que tomó en serio y utilizó nuestro frágil instrumento para salvar al mundo, es de morir. ¡Qué tremenda y aterradora es la Justicia divina!

El día 21 de agosto, que era viernes, Jesús vino como de costumbre a desahogarse conmigo, aun llenándome con sus dulces y tiernos cariños. En este día su bondad infinita no quiso dispensarnos. Tenía que sufrir, tenía que experimentar lo que el Padre Eterno reservaba a un mundo culpable, pero sobre todo a Portugal.

Sentía que todo estaba ardiendo, todo en ruinas. Eran tales las llamaradas que incendiaban Portugal y no dejaban piedra sobre piedra, no se podía descubrir ni el mayor edificio. Con todas las quejas de Nuestro Señor, con todo el peso de la Justicia divina, me quedé asustadísima durante dos días y dos noches. Repetidas veces todo mi ser se estremecía de miedo. Las llamaradas continuaban y yo me sentía en medio de toda esta destrucción. Era imposible poder resistir este sufrimiento, si se prolongase por mucho tiempo y si Jesús no tuviese atenuante para él.

Lo que voy a describir no juro que fue realidad, si bien me parece que podría jurar.

 

Debían de ser las cuatro de la mañana, cuando se formó sobre mí un Paraíso. Estaba formado por ángeles hermosísimos, brillantes como el oro. Sólo veía cabecitas y alitas, volaban continuamente, mirándome con sus ojos brillantes. Comprendí que aquel batir de alas era para llevarme al Paraíso. Mi alma sintió tanto consuelo que me hizo salir fuera de mí. Ya no sé que me sostenía en el aire. Desde entonces, todo ese miedo a las amenazas del Señor se fue suavizando, el brillo de los ángeles, aquel batir de las alas vence todo lo que es dolor, todo lo que amenaza al mundo y a Portugal. ¡El Cielo puede más que la tierra! ¡El amor de Jesús es más fuerte que su divina Justicia!

Mi alma me obliga a describir todo esto, dejando al juicio de mi Padre espiritual si esto fue sueño o ilusión mía o fue la verdadera realidad. Me parece que no dormía y este consuelo que sentí solamente puede venir del Cielo. Fue un remedio divino

 

Para qualquer sugestão ou pedido de informações, pressione aqui :