SENTIMIENTOS DEL ALMA 1944
9 de Septiembre
Despues
de recibir a mi Jesús, me fue suavizado un poco el dolor de mi alma
y mi Amado me concedió con una mayor
intensidad
de unión que ya ayer sentí, con las personas que amo y que en estos
momentos me odian. Al mismo tiempo me decía Nuestro Señor:
— Unión pura, unión santa, unión divina en la tierra y en el Cielo.
Hija mía, da a quien lo merece
(Padre Humberto Pasquale) mis
agradecimientos y los de María, mi amor y el de María.
Valor, Hija amada, valor sobre el Calvario. Quiero verlo regado con
toda tu sangre. La sangre que lava y purifica a las almas.
Después
regresé a mis dolores de cuerpo y de alma.
15 de Septiembre
¡Oh mi
Dios, la tempestad no se calma! Vuélvete hacia mí, ve como estoy
herida. Intentan arrancarme de Vuestros brazos. Cógeme, Jesús,
cógeme, no consientas que me separen de Ti. Perder todo, todo lo que
es de la tierra, pero poseerte a Ti, Jesús.
Ay de
mí, me siento abandonada, sola, sola, sin tener a quien llamar, sin
tener a quien recurrir.
Jesús,
Madrecita, óiganme vosotros, oigan el grito de mi dolor. Quiero amar
a Vuestros Corazones Santísimos, pero ay de mí, no sé que es amor,
lo desconozco, me parece que ya no existe en el mundo. Compadézcanse
de mis ansias, denme el amor que deseo; de Vos espero, Jesús, para
Vos y para la Madrecita es lo que quiero.
Déjame
perderme en Vos, déjame enloquecer, embriágame, embriágame en
Vuestras llamas divinas.
Jesús,
os quiero, os busco, voy cieguita en busca de Vos. Para Vos, Jesús,
mis suspiros, mi vida que siento desaparecer, que siento perder.
¡Ay mi
Jesús, cuatro días han pasado sin recibirte. Mira mi alma que está
hambrienta, muere de hambre, Jesús!
Ven a
mi con tu alimento, pierdo la vida porque me faltas Tú, que eres la
vida de mi dolor.
Mira
esta pequeñita luz casi apagada; enciéndela, Jesús, hazla revivir.
mira mi
alma, va loquita a buscarte en tus sagrarios, quiero recibirte,
quiero poseerte.
Estás
en los sagrarios, Jesús, déjame ir a tu encuentro, déjame vivir
allí.
Deja
que mi dolor, ya más que moribundo, dejar junto a Ti su último soplo
de vida.
Oh mi
Jesús, mi Amor, no tengo nada, no tengo a nadie que vea por mí, oigo
solamente los horrores de la tempestad, siento los sufrimientos
causados por las criaturas y cuesta mucho, Jesús; pero pasarme sin
recibirte me cuesta más, mucho más: no puedo, no resisto, ven a mí.
¡Jesús,
qué probreza la mía, qué miseria, qué dolor! No confío en mis
palabras, no confío en ninguno de mis sentimientos. ¡Qué horror, qué
horror, qué grande maldad!
Sin
poder extender mis brazos, es en espíritu que los extiendo sobre mi
cruz. Es de brazos abiertos, con los ojos puestos en Vos, que,
alegre, recibo todo lo que me das. Es en espíritu, Jesús, que uno
mis brazos para estrechar y coger para siempre todo lo que me hiere,
todo lo que es mi cruz.
Amo,
amo, Jesús, todo lo que viene de Vuestras divinas manos; amo sin
conocer el amor, amo sin poseerlo. Amo en esta dulce esperanza, amo
en esta confianza: soy de Jesús, sólo a Él pertenezco, sólo quiero
lo que Él quiere.
Jesús
que quiere ser amado, por tanto, ha de hacer que yo lo ame.
Confío,
confío, espero en Vos, mi Jesús.
27 de Septiembre
Mi
Jesús, no puedo vivir aquí. Continúan mis ansias. Quiero amaros,
quiero morir de amor. Muero por daros almas. Quiero verlas todas,
todas dentro de Vuestro Corazón. Todo esto es nada, Jesús, nada para
mí. No encuentro en el mundo ninguna satisfacción.
Quiero
agradeceros vuestros beneficios (se refiere a la Comunión que le
fue llevada por el Padre João Pravisano, salesiano) y nada sé
decirlos, nada sé agradeceros.
Si al
menos, Jesús, pudiese acreditar en los sentimientos que me das, si
pudiese convencerme de que mis ansias son Vuestras y mis desos que
tengo de amaros os pertenecen, pero nada de eso.
No veo,
no siento sino el dolor y ese mismo desaparece. Va perdiendo su vida
por completo. Dolorosos son los sentimientos de mi alma.
Escucha
mi grito, los terribles combates del enemigo. Jesús, me parece,
cuando os llamo, cuando invoco Vuestro divino amor y el de mi
querida Madrecita, que no soy oída. Siento que mi grito queda
aplastado en un montón de cenizas, sólo cenizas, mi Jesús. Me parece
estar en un cementerio y cuando, en medio de la agonía de mi alma,
imploro el auxilio del Cielo, ese grito, en vez de subir a lo alto,
se pierde aplastado en ese montón de cenizas y en la ceniza de otros
cadáveres que yacen en el cementerio en que me encuentro, cuya
extensión no puedo medir.
Atiéndeme, Jesús, vé cuanto sufre mi pobre alma. No cabe en mí de
dolor. No cabe en mí mi corazón, en ansias de amaros y de volar
hacia Vos.
No digo
bien, mi Jesús, este corazón no es mío, no sé a quien pertenece.
¿Adónde está él, oh Jesús, a quien pertenece? ¡Todo murió, Jesús,
atiéndeme!
Mi
voluntad es la Vuestra, sólo Vuestra, bien lo sabéis, mi Amor. Vé
que soy miseria, que soy nada y que nada poseo sin Vos. Véme, Jesús,
no me faltéis, Jesús, espero en Vos, confío en Vos.
La
lucha es tremenda, no me bastan las veces que oigo vuestra dulce voz
que viene a infundirme valor y a decirme que es por Vos, que es para
consolaros.
Quiero
más, Jesús, necesito más, mucho más. El demonio me lanza en el
rostro que es sólo para mi satisfacción que me someto a los
tratamientos mandados por Vos y por la obediencia. Aun que fuese
por el mundo entero,Vos lo sabéis, Jesús, yo no me sometería a
ningún tratamiento.
El
demonio se me aparece en diferentes momentos del día y de la noche
en forma de hombre encadenado por la cintura; otras veces en forma
de león también preso, pero por el pescuezo, fingiendo asaltos
tremendos, pero sin conseguir tocarme. Me siento junto a él como una
niña aterrada, pero que no mide el peligro que puede suceder.
Bajo la
forma de hombre escupe en la tierra y me insulta fingiendo enojo
hacia mí, otras veces aplaude y da carcajadas para hacer cambiar por
sentimientos maldosos que juegan a querer convencerme de tener que
llevar los tratamientos; otras veces toma actitudes provocativas
invitándome al mal. Desde el comienzo de estas persecuciones siento
a mi cuerpo rasgado, como si mis entrañas y el corazón se saliera
volientamente de mi ser.
Mi
grito a Jesús, mi único grito contra el enemigo es: Jesús mío, soy
Vuestra víctima.
En esos
momentos, el demonio en forma de león, redobla sus aullídos y los
asaltos, y cuando está en forma de hombre, pronuncia las palabras
más indecentes contra mi persona, la de médico y de otros.
Después de
la Sagrada Comunión:
Me
sentía tan desanimada, tan abatida y no sabía decírselo a Jesús. Me
esforzaba por repetir muchas veces: Mi querido Jesús, mi querido
Amor, soy vuestra. Pasaron algunos momentos sin que yo dijera nada a
Nuestro Señor y entonces vino Él:
― Me
alegra tanto, hija mía, me consuela tanto, mi paloma amada, tu me
dices: "Mi Jesús, mi querido Amor, soy vuestra" ¡Qué alegría, que
consolación y que gloria para Mí!
Repítelo muchas veces, ¡Valor, mi amada! no temas los asaltos del
demonio, ten valor, sólo así, pidiéndote este sacrificio paso a ser
reparado de tan graves crímenes.
Dame
todo lo que te pido para mi gloria y la salvación de las almas. Fue
por eso que te escogí ese médico muy querido a mi divino Corazón.
Dile a
mi querido Padre Humberto que fue escogido por Mí para estar junto a
ti. No Vino nada más con la intención de hacer su estudio, pero
después de recibir mis divinas luces, quiero que vaya junto de tu
Padrecito y querido de mi divino Corazón (P.e Mariano Pinho)
para quien mando todo mi amor, y en unión con él amparen y defiendan
mi divina causa, ayudados por los que son amigos míos y cuidan de
ella y de aquello que es mío.
Hijita
ve a darle a mi querido Padre Humberto la abundancia de mi divino
Amor, dálos a los que te rodean y amparan: son todos queridos míos.
Díle a mi querido Padre Humberto que el perfume, es perfume divino,
es el perfume de todas tus virtudes. Digo esto porque él lo necesita
para su estudio.
En este
coloquio con Nuestro Señor, por dos veces me sentí obligada a
dejarlo, llamada por quien estaba a mi lado, con la impresión de
quien despierta de un sueño... esforzada, pero sin atender a quien
me llamaba... Me sentí obligada a arrodillarme, a levantar las manos
al Cielo para así mejor alabar a Nuestro Señor. Sentía unas ansias
de deshacerme en el fuego divino y en ese amor infundirlo a los
corazones y a las almas, pero con mayor abundancia en esas almas que
Jesús llamó queridas de su divino Corazón. Jesús repetía palabras de
locura, de amor por mí.
El
demonio, durante los tratamientos, continúa lejos de mí. Siempre me
siento en unión con Nuestro Señor; durante ese tiempo me siento más
unida a él. Hoy, en ese trance, sentí como que una brisa me
acariciara y Jesús me dice:
― Paz,
paz, mi paz es contigo, hija mía.Estoy bien unido a ti: a tu fuerza,
no me separa de ti.
Senti
em mí un nuevo aliento, aunque por pocos instantes.
28 de Septiembre
Hoy
sentía al demonio a mi lado, y dentro de mí sentía ansias
insoportables de amar a Jesús, de darle almas, de conocerlo y
hacerlo conocer. Loca de amor, repetía: ¡Jesús, amor, amor!
En
medio de esto, no podía contener las lágrimas al sentir mi miseria,
el lodo en que viví y me causaba horror ese lodo.
De nada
me valían mis ansias, todo estaba perdido, me sentía en un
cementerio inmenso y mi dolor casi sin vida, como si ya no se
moviera, apenas cubierta de cenizas, recordando aquellos bichos que
en los pinares hacen su casa bajo los montoncitos de la tierra... y
de la madera molida.
En
medio de esto, es siempre mi oferta a Jesús como víctima y recelo
siempre de ofenderlo. Es un combate tremendo, casi contínuo.
Vivo
sin vivir, sufro sin sufrir, amo sin amar.
29 de Septiembre
Esta
mañana vino Jesús y bajó a ese cementerio, junto a los bichos se
cubrió de esas mismas cenizas. Todo era muerte dentro de mí. Muerte
que se mezclaba como un gemido de toda la humanidad. Jesús no dio en
mí señal de vida. Quedé en tristes tinieblas, amargada en mi dolor.
Las almas, las almas, el amor de Jesús me obliga a sufrir todo.
Ya
siento la amargura en mí de la partida del Padre Humberto, que tanta
luz y consuelo le ha dado a mi pobre alma. Me siento humillada y
abatida; no sé como he de agradecer a Jesús el beneficio de haberlo
hecho llegar junto a mí. Pido a mi Madrecita que me ayude en mi
dolor y por mí le dé mi agradecimiento a Jesús por tantas gracias
recibidas.
*****
Nota
– El P. Humberto Pasquale asumió la dirección de Alejandrina el día
8 de septiembre. El cuidado de recoger los Sentimientos del Alma va
ahora a redoblarse. Sólo en los tres meses finales del año de 1944
se llenaron casi 50 páginas. |