Alexandrina de Balasar

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ESCRITOS DE LA BEATA ALEJANDRINA

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4 de junio – Día del Cuerpo de Dios (Día de Corpus)

—  No temas, hija mía, soy tu Jesús.

Escritos Dezembro 2008Quien lo posee y lo ama de veras no lo puede temer. Jesús quisiera que todos hablasen de las bondades de su divino Corazón, que hablasen con toda sencillez y amor.

Jesús, quisiera que todos hablasen de las bondades de su divino Corazón, de su ternura, de su compasión y de su perdón.

Jesús está loco por todos sus hijos.

Jesús los ama apasionadamente a todos y quiere darles los tesoros inagotables de su amable Corazón.

Jesús quiere ver a todos en su Sagrario y que lo amen y reciban con aquel amor y cariño que tienen las golondrinas con sus hijitos. ¡Qué pusilánimes son los que temen a Jesús y desconfían de sus bondades y de su misericordia! ¡El amor y la confianza son "el todo" para el alma que de veras ama y pertenece a Jesús!

 

— Jesús, yo confío plenamente en Ti. Atiende mis pedidos, ¿Quieres Señor? Y después, vienes pronto a llevarme para el Cielo, ¿Sí mi Jesús? ¡Qué deseos y añoranzas tengo de él! ¡Mi Jesús, yo no puedo vivir aquí, este exilio es aterrador!

 

—  Jesús le va a alcanzar todo lo que pide a la loquita de la Eucaristía. Jesús no puede dejar de velar por el hijo predilecto a quien tanto ama. Jesús no puede dejar a su esposa en el abandono completo en el momento final. Jesús va a darle todo y va a darle el Cielo.

 

— Gracias, Jesús. Para siempre: ¡un eterno agradecimiento!

6 de junio – Primer sábado

— Hija mía, hija mía, Jesús anda como la avecita que no puede parar, que no puede descansar. Jesús anda loquito por pedir amor a todos los corazones. ¡Qué tristeza amar y no ser amado, amar y ser ofendido!

 

Pero sabe que la loquita del amor divino lo ama apasionadamente, lo ama así como lo desea Jesús, lo ama con el amor más puro y desprendido de todo lo que es de la tierra, es amor santo, es amor divino.

 

Fue por este amor que Jesús se enloqueció por su loquita, es por el amor de la loquita de la Eucaristía que Jesús se apasiona de las almas que lo aman.

Es por este amor tan puro que Jesús le va a dar una muerte de amor, amor, sólo amor.

 

Jesús está loco de alegría, Jesús está contentísimo con al Padrecito de su benjamina querida (benjamina es la forma femenina de benjamín, el más pequeño de sus hijos (Biblia)). Son las humillaciones por las que va a pasar las que han de glorificarle y exaltarle. El premio es grande en el Cielo y grande será también la recompensa en la tierra.

 

Jesús está loco, loco de alegría con el señor doctor, con el santo cuidado con que desempeña tan grande misión. Jesús lo escogió para velar por su crucificada y por las almas que ella más ama. El Corazón divino de Jesús está superabundante de gracias que quiere derramar sobre ellas. El mundo, Satanás las odia y continuará odiándolas.

Su causa es sólo la soberbia y el orgullo: sólo esa es la razón de su rabia. Sin embargo, Jesús las ama junto con su Madre Bendita, triunfa y vence con ellas, y eso sólo basta.

— Oh Jesús mío, defiéndelas siempre, ámalas siempre apasionadamente, triunfa y vence siempre con ellas. Llévame pronto para el Cielo para hacer descender sobre ellas vuestras gracias y vuestras bendiciones. Sí, sí, Jesús mío, confío en que así sea, mi Jesús.

— Está el Cielo más próximo de la loquita de Jesús de lo que está la tierra.

— ¡Llévame, llévame entonces para allá, sólo por eso suspiro!

6 de junio, debían ser las 13 horas solares. (Una de la tarde)

Estaba Deolinda sentada a mi lado, dormía junto a mi cama, entonces vi cerca de mí la horrenda figura de Satanás, entre la cama y el espacio donde reposaba Deolinda. Satanás estaba montado en un perro oscuro, moteado de negro, y Satanás tenía las manos de un mono, con sus dedos separados, vestido de rojo; era un bulto informe, cabeza baja, ojos levantados para mirarme. No lo vi entrar ni lo vi retirarse; todavía me asustó y intenté llamar a Deolinda que, enferma de los dientes, dormía por efecto de una pastilla de Vermon y por eso no escuchaba mi voz. Creo que la llamé dos veces, pero después desistí de llamarla por sentir pena de perturbar su reposo. Entre tanto, Satanás desapareció.

9 de junio – por las 13 horas (Una de la tarde)

En algunos días precedentes yo oía unas armonías muy suaves, como toques de acordes de instrumentos celestes, ejecutando música angelical, y apreciando la dulzura de esa música divina, yo me olvidaba del mundo y de la vida terrestre, perdía la noción de mí misma y me parecía vivir en una región extraña donde todo es ventura inefable.

Fue entonces como el día 9 de junio, por las trece horas, se me apareció sobre mi cama, descendiendo del Cielo, la figura deslumbrante de la Madrecita, que pareció quedar enfrente de mí, un poco a la izquierda. Vestía ricos vestidos brillantes, de varios colores; tenía los pies desnudos, llegó hasta mí y me acarició con su mano derecha y apuntó hacia el Cielo. Parecía conmovida con mi sufrimiento, venía a prometerme la recompensa y a inspirarme confianza. El trono en que venía era brillantísimo, como el oro pálido en el que el sol proyecta sus más brillantes rayos.

Fue inefable el consuelo que me dejó su primera aparición. Por unos minutos había desaparecido para nuevamente aparecer ahora más cerca de mí, del lado derecho, y pude ver claramente que ahora era el Inmaculado Corazón de María. También me acarició como la primera vez, sin embargo, sin el gesto de apuntar hacia el Cielo. Su presencia me consoló profundamente y ese consuelo celeste permaneció en mi alma, que gozó por algunos días de ese alivio maravilloso. Este consuelo era como un imán que me elevaba hasta Jesús, sintiéndome entonces en la bienaventuranza.

12 de junio – Día del Sagrado Corazón de Jesús

En la tarde, por las 18 horas solares (6 de la tarde), vi nuevamente aquel haz de rayos celestes que me habían visitado y que tanto me aproximaban al Cielo. Ahora era una nueva elevación, un nuevo consuelo y parecería que ahora me pusieran junto a la puerta del Paraíso, faltándome solamente tocar y entrar. Me dejaron unas ansias devoradoras del Cielo, que a veces me cuesta mucho soportar.

Me parecía tener dos alitas para volar y fuerza para hacerlo, pero alguna cosa estorbaba el movimiento de las alas, una presión sin prisión me tiraba, yo no la vencía, por eso me angustiaba. Tenía la impresión de que esa prisión (sic) de mis alas era alguna maldad de los hombres contra la voluntad de mi Amado, que suspiraba por recibirme y por poseerme en su amor.

27 de junio

Oh mi vivir: ¡qué pequeñito soplo de vida! ¡Sólo el cuerpo para sufrir y nada, nada más!¡Cuántas nostalgias del Cielo! ¡Qué ansias tan consumidoras! Los rayos divinos me arrastran hasta las puertecitas del Cielo, pero un no sé que de humano me obliga a vivir en la tierra, me obliga a la inmolación continua. No me dan a mi Padrecito. Pobre de mí, ya no puedo esperar más. Miro y remiro mi cuerpo para ver si aún existe. Lo que pasa en él sólo Jesús lo conoce. Me parece que no puedo tener unión con Jesús ni ir al amor que me ha de matar. ¡Oh, lo que es la vida de la víctima! Con todo, no me arrepiento de mi oferta a Jesús por las almas. Él derrama sobre mí, de vez en cuando, los rayos de su amor. Fue en el dicho día 27, que era sábado, que yo, sin poder rezar, redoblaba mi esfuerzo por estar unida a Él en la Eucaristía, lejos de pensar en recibir de él su recompensa.

Jesús, yo soy toda para Vos y Vos sois todo para mí. Quiero estar siempre unida a Vos en todas las prisiones de amor

¡Qué maravilla! De repente, enfrente de mí vi un sagrario. La puertecita estaba cerrada, pero por todas las hendeduras de la puerta del sagrario salían numerosos rayos dorados, daban toda la luz y todos ellos venían a tocar y reposar en mi pobre pecho. No fue una ilusión mía, pues nunca pensé que Jesús me pagara con tanta generosidad mi gran esfuerzo.

 

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