Alexandrina de Balasar

SITE DOS AMIGOS DA ALEXANDRINA - SITE DES AMIS D'ALEXANDRINA - ALEXNDRINA'S FRIENDS WEBSITE

ALEXANDRINA MARIA DA COSTA

SENTIMIENTOS DEL ALMA
1944

— 43 —

8 de Diciembre – Viernes

Lejos de clarear el día –día que para mí no clareó- empecé a hacer mis oraciones y a prepararme para la visita de mi Jesús. No podía rezar, llena de pavor, sobrecargada de vergüenza, dolor y humillaciones. Era llevada de casa en casa, de calle en calle; sufría en lo más íntimo de mi alma. Lloraba por dentro, y para dentro suspiraba. Mis labios no podían tener una palabra de queja. Me aplastaba el peso de las humillaciones.

Dios mío, ¡Qué dolor tan profundo! Era un dolor sin fin. No era capaz de ver hasta donde iría a parar.

Jesús, ¿Cómo podré soportar tan grande martirio? Si me faltas, no resisto, muero, muero de prisa.

Con este dolor no pude tener un momento de alegría, ni podía recordar que era el día de mi Madrecita, día tan predilecto para mí, día de la Inmaculada Concepción. Al menos podía respirar.

¡Jesús, pobre de mí, no puedo estar aquí!

Vino Jesús, me envolvió con el calor de su Amor divino, me acarició y me dice:

— Tu dolor, hija mía, es dolor de salvación. Ese mar inmenso de sangre que continuamente derramas de tu corazón es donde son sumergidos los pecadores. En esa sangre de tu dolor es donde son purificados, es sangre de la nueva redención. Tú eres la segunda arca de Noé. En ti guardo a los pecadores, en ti, como en esa arca, guardo todo para la vida de un mundo nuevo. Tu dolor, tu inmolación da más vida a las almas que para los cuerpos. ¡Valor, hijita, nada temas!

La lluvia que cae en el arca no es de condenación, es de salvación. Es lluvia de humillaciones, desprecios y sacrificios. El arca no tiene peligro, navega en las alturas. Una vez que bajen las aguas de la persecución, verá el mundo la riqueza que continúa, que es riqueza de salvación.

Hijita, amada querida, Yo no estoy solo, está conmigo mi bendita Madre. Escucha lo que ella te dice.

Jesús a la izquierda, la Madrecita a la derecha, me tomó en su regazo, me apretó fuertemente contra su santísimo Corazón, me cubrió de caricias y me dice:

— Hija mía, vengo con mi divino Hijo a hacerte entrega de la humanidad, enciérrala en tu corazón, quedan las llaves con tu Jesús y tu querida Madrecita. Ten mi santísimo manto y mi corona de Reina, fuiste escogida por Mí. Eres reina de los pecadores, eres reina del mundo, fuiste escogida por nosotros.

Hoy, día de mi Inmaculada Concepción, te hacemos entrega de tu reinado, empieza desde hoy, es tuyo: gobiérnalo, guárdalo. Guárdalo en la tierra, así como lo guardarás y gobernarás después en el Cielo.

Escogí este día, en que soy alabada y es guardado para que en unión conmigo sea festejado el día que te fue entregado el reinado de la humanidad.

Cuando el mundo tenga conocimiento de esto, conmigo serás alabada.

Sentí como si me abriesen el pecho y dentro el corazón fue abierto por Jesús y por mi Madrecita, después de depositar algo, cerraron nuevamente. Cerró con llave la Madrecita y después Jesús. Con un soplo, lo calentaron dulcemente.

Después quedé entre Jesús y mi Madrecita, como en medio de una prensa. De tanto que me estrechaban entre sus corazones divinos. Una vez la Madrecita, otra vez, Jesús, unían los labios a los míos, soplaban y me daban su vida divina. Y la Madrecita continuó:

— Hijita, amada, querida por mi Jesús, recibe la vida que vives, recibe la vida del Cielo, recíbela y da a las almas.

Y continuó Jesús:

— Mi palomita bella, blanco lirio, azucena pura, estrella brillante que brillarás noche y día para luz y guía de los pecadores, para luz y guía de cuantos quisieran seguirte y amar con el amor más puro y más fuerte.

Valor, hijita, valor, amada, no temas la guerra del mundo. Te espero en el Cielo para abrazarte, te espero en el Cielo para en el guardar el mayor tesoro que tengo en la tierra. Eres de Jesús, eres de la Madrecita. Te espera toda la corte celeste.

 

¡Oh Concepción pura, Oh Madre de Jesús,

Guarda mi cuerpo clavado en la Cruz,

Clavado en la Cruz, a la Cruz abrazado

Guárdalo, Madrecita, Oh Concepción pura,

Madre de mi Esposo amado!

 

Recibí nuevas caricias de Jesús y de la Madrecita. Les hice llegar la entrega de mi misma y de todos los que me son queridos y por fin del mundo entero, incluyendo también a los que me hace sufrir.

— Madrecita, os hago entrega de la humanidad, guárdenla, que es Vuestra, sálvala, sólo Vosotros podéis. Me avergüenzo por haber recibido de Vos la entrega del mundo. ¿Qué puede esta miseria sin Vuestra protección?

Jesús, Madrecita, me entrego como el soldado que quiere combatir y defender Vuestro reinado. Quiero luchar, quiero obedecer: mandad. Yo, con vuestra gracia todo cumpliré, seré fuerte. Con la gracia y fuerza de lo Alto será salvado el mundo.

Me costó desprenderme de Jesús y de la Madrecita. Unida a Ellos, vencía el mundo, nada temía. Ahora, todo temo, nada puedo.

Ay, qué nostalgia tengo del Cielo. ¿Cuándo iré para allá?

9 de Diciembre

En la mañanita de hoy, no podía hacer mis oraciones ni prepararme como debía para recibir a mi Jesús. Es indecible mi dolor. Mis lágrimas varias veces intentaron deslizarse en mi cara. Paraba de orar y decía:

— ¡Dios mío, Dios mío! Mi alma se rasga como un trapo viejo, hilo a hilo, se desgarraba, se derretía. ¿Jesús, cómo he de vivir así?

Vino la hora de comulgar. Ni la visita de Jesús me dio alivio ni alegría, quedé con el mismo estado de mi alma. Di gracias lo mejor que me fue posible.

Me puse después a leer la correspondencia que me entregaron. La segunda carta hizo brillar unos rayitos de luz en mi alma. Se levantó de mí el peso que despedazaba todo mi ser. Sin faltar a la santa obediencia, ya el Padre Humberto podía escribirme para así aliviar un poco mi dolor y darme luz entre tantas tinieblas.

Sin saber cómo, en un impulso de amor, pude arrodillarme en mi cama, levantar las manos y rezar el Magnificat, cosa que acostumbro rezar siempre que recibo mimitos de Jesús, o cuando vienen a herirme, para suavizar mi sufrimiento.

Entonces entoné alabanzar a Jesús Sacramentado y a su santísimo Corazón testimoniándole mi confianza en Él así como en la Madrecita, a Quien, con mi hermana y primas entonamos un cántico de amor.

Después de agradecer al Cielo, caí sobre mi cama, quedando en mi tan amada cruz. Mi alegría después murió.

No acostumbro entregarme, acepto todo como Jesús quiere, pero si me entregaba a la alegría, bien poco tiempo me alegraba. De prisa nace, de prisa muere. Hasta los éxtasis con mi Jesús mueren, como si por mí no pasaran.

Pasé el resto del día sumergida en el sufrimiento, al sentir en mi alma la grande humillación que los Padres Salesianos pasaron por mi causa. Pobrecillos, sufren por hacerle el bien y aliviar a una pobre alma.

¡Oh, cómo es dulce el sufrimiento llevado por Jesús y por las almas! Le ofrecí a Jesús y a mi Madrecita el consuelo que pudiera sentir con esta buena nueva. Les dije que era para sus santísimos Corazones el consuelo que yo debía sentir, así como la alegría.

Jesús, saca de todo esto provecho para las almas. Son ellas y Vuestro amor el único fin de mi vida.

 

Para qualquer sugestão ou pedido de informações, pressione aqui :