P.e Mariano Pinho
En la
carta escrita por Alejandrina a su Director espiritual el 1 de
agosto de 1935, encontramos por primera vez referencias a la
Consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María. Nuestro
Señor, después de hablarle de
los pecados del mundo y de lo mucho
que necesita de almas reparadoras, le dice que así como pidió la
Consagración del mundo a Su Divino Corazón, ahora también pide que
el mundo sea consagrado a Su Madre Santísima (carta de 1/VIII/35).
Nuestro Señor le dice, refiriéndose a la revolución comunista en
España: Este flagelo es un castigo, es la ira de Dios. Yo castigo
para llamarlos, quiero salvar a todos. Morí por todos. No quiero ser
ofendido y lo soy tan horriblemente, en España y en todo el mundo...
Después, para indicar que el remedio está en la Consagración del
mundo al Corazón Inmaculado de María, explica:
— Te voy a decir como será realizada la consagración del mundo a la
Madre de los hombres y Mi Madre Santísima, ¡la amo tanto!. Será
hecha por el Santo Padre en Roma, consagrando a ella el mundo entero
y después será por todos los Padres en todas las iglesias del mundo,
bajo el título de Reina del Cielo y de la Tierra y Señora de la
Victoria... No tengas recelos, mis deseos serán cumplidos.
Esos
deseos se cumplieron en octubre de 1942, y la fórmula de la
consagración hecha por Pío XII invoca a Nuestra Señora con el título
de Reina del mundo, Reina de la Paz y con el equivalente a Señora de
las Victorias: "Vencedora de todas las grandes batallas de Dios".
Es de
notar que durante más de un año, después de que Nuestro Señor le
pidió la consagración, no se dio ningún paso en ese sentido en la
Santa Sede. Por eso, en agosto de 1936, Nuestro Señor se queja de
que nada se haya hecho y manda que se escriba al Papa, diciendo que
si no se quiere que el flagelo que fustigaba a España por esas
fechas se pueda extender al mundo entero.
Y
entonces, por primera vez, el director de la enferma dirige una
breve carta al Cardenal Pacelli, secretario de Estado de Pío XI,
exponiendo brevemente de lo que se trataba y dejando a la prudencia
del Excelentísimo Secretario comunicar o no hacerlo el caso a Su
Santidad.
Meses
después, el Sr. Arzobispo Primado de Braga, en cuya diócesis vivía
Alejandrina, recibía copia de la misma carta por parte de la Sagrada
Congregación del Santo Oficio, pidiéndole además más informes sobre
el caso y su autorizado parecer. Su Excelencia responde y sigue una
orden para la Nunciatura de Lisboa, para que examine a la enferma
sobre el asunto.
Encargan al Provincial de los Jesuitas, P. Paulo Durão, escoger una
persona que se encargue y para ese fin envía a Balasar a su hermano,
P. Antonio Durão, SJ.
En las
notas autobiográficas de Alejandrina encontramos el capítulo "Primer
examen de la Santa Sede" que dice:
El 21 de mayo de 1937, recibí la visita del Reverendísimo P. Durão.
Lo había mandado la Santa Sede para examinar el caso de la
Consagración del mundo a Nuestra Señor. Mi deseo era vivir oculta,
sin que nadie supiera lo que sucedía. El Padre entregó a mi hermana
una carta de mi Director Espiritual y le dice que me la leyera. Al
oír las palabras del escrito de la carta que decían: -va a ir el
Padre Durao, hable sin temor y responda a todo lo que le pregunte.
Quedé afligida y le dije a mi hermana: ¿Qué he de decirle? No sabía
que eran necesarios esos exámenes para estos casos. Mi hermana me
animó y me dice: Dirás lo que te inspire Nuestro Señor.
Quedé sorprendida cuando me hizo preguntas de las cosas de Nuestro
Señor, pero, sin la más pequeña vacilación, comencé a responder a
sus preguntas. El Padre me dice que sólo quería que le dijese lo
principal, pues no me quería cansar, viendo lo grave de mi estado.
Le respondí que no sabía que era lo principal. Entonces me dice: me
refiero a esto y a esto otro. -Fue cuando me habló de la
consagración del mundo a nuestra Señora. Después de hacerme varias
preguntas, de muy buen modo me dice: ¿No se engañará?
Al escuchar esas palabras, pasó por mi mente el engaño de mi muerte,
y pensé: Esto es contra mí, voy a decírselo. Así que respondí:
Engañar... Y le conté lo que había sucedido en la fiesta de la
Santísima Trinidad en 1936. El Padre no me vuelve a preguntar si
estaría engañada y me dice: ¿Estas cosas cuestan mucho? Respondí:
Cuestan y quedo triste y comencé a llorar. El Padre Durão me pidió
que no lo olvidara en mis oraciones y prometió nunca olvidarme en el
Santo Sacrificio de la Misa.
Al día siguiente de que estuvo en casa, me escribía una carta desde
Braga:
Señora Alejandrina: Agradezco a su madre y hermana la bondad con que
me recibieron ayer en su casa. Pido disculpa también por la grande
incomodidad que le causé, ciertamente fue a pesar mío y por deber de
conciencia. Ya hoy en la Santa Misa recomendé sus intenciones.
Seguiré pidiendo a Nuestro Señor para que se haga su voluntad
santísima en todo aquello que Él desea de Alejandrina. Por mi parte
procuraré no poner obstáculos a su voluntad divina.
Entreguémonos totalmente a Dios. La cruz puede ser a veces pesada.
Pero Jesús nos está viendo. Y después tenemos la eternidad. La
gracia divina no nos ha de faltar, aun cuando no la sintamos. Me
encomiendo a sus oraciones para no ser indigno discípulo de Jesús.
Ínfimo siervo en el Corazón de Jesús: P. Antonio Durão Alves.
Es
después de este examen que comienzan las más tremendas inmolaciones
de las que tratamos anteriormente. Repetidas veces Nuestro Señor
vuelve a hablarle de la consagración, como lo hace el 2 de febrero
de 1938 y el 25 de abril de ese año. Para informar lo que iba
pasando, fue enviada una nueva carta al Cardenal Pacelli, narrando
las constantes insistencias de Nuestro Señor.
El 3
de octubre se dan los fenómenos narrados al hablar de los éxtasis de
la pasión de Alejandrina. En ellos declara Nuestro Señor que son una
prueba de que desea cuanto antes la consagración del mundo a Su
divina Madre y promete que si el Papa hace su voluntad al morir lo
llevará directo al Cielo sin pasar por el purgatorio.
El
Director espiritual, después de llevar a dos colegas a presenciar
los fenómenos y después de escuchar su parecer, escribió
directamente a Pío XI el 24 de octubre de 1938. El resultado fue
que por mandato de la Santa Sede la enferma fue examinada
nuevamente. Esta vez el encargado fue el Canónigo Manuel Pereira
Vilar, Rector del Seminario de Braga.
Alejandrina narra ese encuentro:
El 5 de enero de 1939 recibí la visita de nuestro señor Abad,
acompañado por el Canónigo Vilar que, después de que me lo
presentaron se quedó a solas conmigo. Hablamos de varias cosas sobre
Nuestro Señor y después de dos horas, entramos verdaderamente en el
asunto que le trajo. Me dice: Usted debe de extrañarse de mi visita,
no me conoce... sonreí respondiendo: Sé con certeza a lo que vino
aquí. A lo que él me dice: Diga, diga.
Entonces le digo: Viene mandado por la Santa Sede -pues es lo que yo
sentía en mi alma. En ese momento el Canónigo confirmó: Así es, y
presentó los documentos que había traído de Roma. Me hizo varias
preguntas a las que contesté.
No le hablé de la "Crucifixión", en cambio él lo hizo diciendo:
-Parece que existe otra cosa que pasa desde hace varios meses-
hablando de la "pasión" y mostrando el deseo de asistir, cosa que
hizo el viernes siguiente.
Hablándole de esto a mi Director Espiritual, éste me aconsejó que le
hablase al Canónigo con toda franqueza. Me visitó cuatro veces, pero
sólo dos fueron obligatorias. Si mal no recuerdo, después de la
primera vez me dice: -Escucha, Alejandrina, estoy muy contento de
haberte conocido, pero me hubiera gustado no venir como tuve que
hacerlo...
Termina la narración diciendo:
Cuando Su Reverencia se despidió de mí, pues partía a Roma, quedé
llorando. Prometió escribirme, diciendo que me quedaba como su
intercesora en la tierra. Recibí algunas cartas, en las que mostraba
tenerme entera confianza. Le respondí y nos ayudábamos mutuamente
con oraciones a Nuestro Señor.
Tenemos en nuestras manos los originales de siete cartas de Monseñor
Vilar para Alejandrina, que son un espléndido testimonio a su favor.
Copiaremos algunos extractos, para probar lo que afirmamos.
Le
escribe después de cuatro días de haber llegado a Roma y entre otras
cosas le dice:
La recuerdo todas las veces que entro en la capilla a visitar a
Jesús, lo mismo a rezar el Rosario, en cuyas cuentas coloqué el
recordatorio que me ofreció la última vez: de entre todos los que
tiene, es el que más estimo. Y todos los días en la Santa Misa, hago
un "memento" especial, pidiendo al Señor todas las gracias que
necesita para realizar su misión. Todavía no he sido recibido por el
Santo Padre, pero nada más lo vea le expondré todos los deseos de
Nuestro Señor.
El 2/VI/1939,
le escribe:
Bondadosa Alejandrina: Hoy es el primer viernes de junio y pronto es
un mes de que recibí su estimada cartita. Esperaba poder darle
alguna buena noticia acerca de nuestra consagración del mundo al
Inmaculado Corazón de María, tan insistentemente pedida por Jesús,
pero infelizmente aún no tengo nada positivo que decirle. Las cosas
en Roma se cuentan en comparación con la eternidad y por eso, nunca
tienen prisa. Sin embargo, continuemos rezando y trabajando para ese
fin, que los deseos de Jesús sean realizados. Esta mañana, al
recordarla en la Santa Misa, según acostumbro hacer, me acordé de su
pasión y le ofrecí todo a Nuestro Señor. Encontré así un medio de
desagraviar a la Justicia divina por mis tan numerosas y graves
infidelidades... ¡Procuro ser bueno con todos y sin embargo sólo
para Jesús sigo siendo infiel! Y a pesar de esto, Él viene a decirme
que me ama y me comprende.
Cuando leí esto, las lágrimas llenaron mis ojos y su carta quedó,
hasta hoy, a los pies del crucifijo... Jesús escuchó, es una grande
gracia. Pero comprendo que el Amor sea hoy al mismo tiempo un
verdugo, también el amparo y la fuerza, el consuelo y la felicidad.
Y me dijo: ese artista divino saber realizar obras admirables y si
lo lleva hasta la inmolación heroica, mayor será la gloria del
Señor, completa la reparación y hace más bella la recompensa. Eso es
lo que Él pide ¿verdad?, pero no me admira. En esta hora de
desvarío, Jesús tiene necesidad de víctimas que junto con Él,
desarmen la Justicia divina.
En la
carta de 5/VII/1940:
A principios de junio, alguien le habló al Santo Padre de la
consagración del mundo a Nuestra Señor, pero hasta ahora, sólo Dios
sabe en que momento será. Continuamos rezando, con la certeza de su
santísima voluntad se realizará plenamente algún día.
Esta
certeza de que se haría la consagración se la había dado repetidas
veces Nuestro Señor a Alejandrina, diciéndole también que no moriría
antes de que esto se realizara. v. g., el 25/IV/38, mandaba Nuestro
Señor que le comunicase al Padre Espiritual que escribiera al Papa
sobre su voluntad divina:
— Dile que escriba al Santo Padre, que Yo quiero la consagración del
mundo a mi Madre Inmaculada, pero quiero que todo el mundo sepa la
razón porque es consagrado:
— Quiero que se
haga penitencia y oración. Tú, que estás para aplacar la Justicia
divina. tienes que sufrirlo hasta que lo consagre,
(eran angustias de toda clase, sobre
todo el verse como si estuviera condenada al infierno)
Ya el
20/XI/37, oía estas palabras de Nuestro Señor:
— En breve vengo a buscarte, pero no quiero venir hasta que sea
hecha la consagración del mundo a mi Madre Santísima...
Yo le dije: Jesús mío, el Santo Padre parece no atender, se demora
tanto.
Y nuestro Señor me dice: Tranquilízate, descansa, hija mía: Él
atenderá, llegará el día de la glorificación.
Y aún
el 24/I/1941:
— En este sábado consagrado a ella (a Nuestra Señora) te prometo no
alargar mucho tiempo tu existencia en la tierra. Y prometo
alcanzarte el Cielo, esto con tus pedido y tu amor, es que ahora por
tu dolor, te alcanzo en la tierra. Por eso, hija mía, pide al Santo
Padre que se compadezca de tu martirio y que satisfaga los deseos
divinos de Jesús, que es consagrar el mundo a mi Madre bendita.
Entre
tanto, Alejandrina iba pasando invariablemente todos los viernes por
la Pasión y los éxtasis eran cada vez más dolorosos. Después del 27
de marzo de 1942, cesan de improviso. ¿Cuál era la razón? Recordemos
que, en el principio, Nuestro Señor le había dicho que era una señal
dada al Santo Padre de que quería la consagración del mundo a
nuestra Señora. Así, que en breve, se iba a realizar tan suspirada
consagración. ¿Se había resuelto el Santo Padre a hacerlo? Si así
era, se terminaba la razón de que existieran los éxtasis y la
Pasión.
Y es
así que el 22 de mayo de 1942 Nuestro Señor le decía a Alejandrina:
— ¡Gloria, gloria, gloria a Jesús!
¡Honra y gloria a María!
El corazón del Papa, ese corazón de oro ha resuelto consagrar el
mundo al Corazón de María.
¡Qué dicha, qué alegría para el mundo el ser consagrado, el
pertenecer más que nunca a la Madre de Jesús! Todo el mundo
pertenece al Corazón divino de Jesús, todo va a pertenecer al
Corazón Inmaculado de María...
Y el
29 del mismo mes, también en éxtasis:
— ¡Ave María, Madre de Jesús: honra, gloria y triunfo para su
Inmaculado Corazón!
¡Ave María, Madre de Jesús, Madre de todo el universo!
¿Quién no querrá pertenecer a la Madre de Jesús? ¿A la Señora de la
Victoria?
El mundo va a ser consagrado todo a su divino Corazón.
¡Guarda, Virgen pura, guarda, Virgen Madre, en tu Corazón Santísimo,
a todos tus hijos!
P.e Mariano Pinho,
Uma Vítima da Eucaristia
S. S. el Papa Pío XII al proclamar en Roma, por la radio y en
portugués, la Consagración del Mundo al Inmaculado Corazón de María.
Esta proclamación fue hecha en el contexto de los 25 años de las
Apariciones de Fátima, por lo que a mucha gente se le escapó en esos
momentos su sentido y alcance. |